Este pasado sábado, 24 de febrero, tuvo lugar la despedida de José Mari Garmendia (Txamo) en Santa Rosa-El Oro (Ecuador) y el domingo, la celebración de los 25 años de la parroquia de Nuestra Señora del Cisne, donde Txamo ha estado 23 años.
Junto a estas líneas, la imagen de la pancarta que le dedicaron en la despedida.
El sacerdote alavés, Santi Nuñez fue quien inauguró la parroquia hace 25 años. Por ese motivo el Txamo le pidió que escribiera algo y esto es lo que mandó y se leyó en la celebración de las bodas de plata:
Queridos amigos y amigas de la Parroquia Nuestra Señor del Cisne, de Santa Rosa:
Lo primero, un abrazo desde Euskadi para todas las CEBs y catequistas de la Parroquia del Calderón y Santa Rosa Centro, para tantas personas amigas con las que hemos compartido la vida y las ganas por llevar la Buena Noticia del Evangelio a los pobres de Santa Rosa y de otros lugares del Ecuador.
Son muchas las personas de que tengo un recuerdo entrañable, algunas más cerca que antes, pues desde el Cielo nos acompañan. Sería imposible nombrar a todas, pero no puedo menos que al referirme a algunos hechos que comento, hacer referencia de ellas. Son tantas las experiencias vividas, pero sin duda, entre las que más me siguen haciendo disfrutar al traerlas a la memoria son las Misiones, cuando en equipos misioneros visitábamos y convivíamos con las familias de los recintos y ciudadelas, pues recogen muy bien lo esencial de nuestra tarea misionera. Éramos una Iglesia en salida, como le gusta decir ahora a nuestro Papa Francisco. Primero nos acercábamos para, desde encuentro humano y amistoso con todos los que nos recibían, conocernos mutuamente. Así, desde la amistad, el conocimiento de la realidad iba más allá del análisis de las situaciones, era mucho más profundo y real, porque detrás había rostros concretos e implicación de nuestras personas con ellos. Las reuniones en las casas y capillas a luz de mecheros de keres, y la siembra de la semilla de la Palabra de Dios: las dos bases, la semillita de mostaza, la vida en comunidad de los hechos de los Apóstoles… y tantos otros que iban poniendo los cimientos de un modo de vida cristiana en comunidad, entre gente pobre y sencilla. Pero siempre estaba el previo de las visitas y la convivencia con el equipo misionero, formando parte de la Buena Noticia que Jesús llevaba a cada lugar y a cada familia.
Cuántos caminos recorridos, siempre con alguna anécdota, que seguro recordarán Genara, Chavela, Imelda, Norma, Carmen, José y… tantas otras personas con quienes tuve la suerte de compartir la experiencia de la Misión, buscando crear y fortalecer las CEBs en Santa Rosa y animar así la vida cristiana de las familias en los recintos y ciudadelas. Les comento una de ellas. Era en la misión en San Carlos, con la Señora Genara, con quien teníamos un pacto, el primero que llegaba a la casa que íbamos a visitar tenía el derecho de ocupar la hamaca. Pero éramos tan buenos compañeros que solíamos ofrecer uno al otro ese derecho, menos en el momento de la siesta, después de comer, ahí sí que el sueño nos vencía. Pues bien, esa tarde visitábamos unas familias por primera vez, había que subir una loma biieen paradita, y la subida estaba resbalosisíma porque había llovido. Ahí aprendí que no hay mejor calzado que el que nos dio el Señor, pues solo clavando los dedos de los pies era como se podía avanzar. Así llegamos a la casa, como pudimos. A la entradita nos recibió la señora que arrodillada delante de mí con un tacho de agua se puso a lavarme los pies. Yo me sentí incómodo, pues jamás nadie, siendo yo adulto, me había lavado los pies, me parecía un gesto demasiado humillante para la señora. Pero enseguida me acordé de Jesús en el evangelio cuando lavó los pies a sus discípulos y cuando llegó a Pedro, este no quería dejarse lavar. Eso mismo era lo que esa mujer pobre, llena de alegría porque fuimos visitar a su familia, estaba haciendo conmigo. Era Jesús mismo quien agachado ante mí, su discípulo, me estaba lavando y enseñando la Buena Nueva de la fraternidad, que consiste en el servicio humilde a los hermanos. Amaos unos a otros como yo os he amado. Esa mujer, de la que no recuerdo su nombre, con su acogida alegre y cariñosa, fue la elegida por Jesús, para evangelizarme, dándome una hermosa lección de lo que es vivir el Evangelio. Es cierto, los pobres nos evangelizan.
Detrás de esta pequeña anécdota están todos ustedes con quienes he tenido la suerte de compartir la vida, pues Jesús mismo ha sido quien me ha enseñado y educado cada día para aprender, alguito, a vivir el Evangelio.
En Santa Rosa fueron cuatro años, pocos, pero muy intensos, porque los equipos pastorales no dejábamos caminos sin recorrer, ni recintos sin visitar. Allí entregué, junto con mis compañeros y compañeras, agentes de pastoral, no sé si los mejores años de mi vida, porque los de ahora, aunque más viejo, tengo la suerte de poder decir que también están siendo años llenos de vida, pero sin duda, lo vivido entre ustedes, hoy sigue teniendo mucha fuerza en mi estilo de vida como sacerdote.
Quiero recordar, a Iñaki Cámara, sacerdote que vivió su primera etapa ministerial como misionero en Huaquillas y la segunda, hasta su muerte, también siendo misionero en el hospital de Leza, en nuestra tierra. Cuando llegué a Vitoria para quedarme, unos meses antes de su muerte, interesado por mi futuro destino pastoral en la diócesis me decía: “Hay misioneros que al volver a la diócesis dicen que hay que pasar de página, porque aquí la realidad es otra distinta a la de Ecuador. Sí, pero una cosa es pasar de página y otra muy distinta es cambiar de libro. No cambies de libro,” me decía, a mí y a otros compañeros. Pues ahí ando, queriendo escribir páginas nuevas en el mismo libro que Dios ha puesto en mis manos, al que ustedes y tantos otros compañeros seguimos dándole vida. Aunque hayan pasado 25 años y los tiempos vayan cambiando, vamos escribiendo en el mismo libro porque las opciones evangélicas de la escucha compartida de la Palabra de Dios, de la vida en comunidad y de la opción por llevar el Evangelio a los más pobres, es Dios mismo el que las sigue animando en todos nosotros y en toda su Iglesia.
En el año 87 llegué a la provincia de El Oro, a Arenillas y en el 90 pasé a Santa Rosa. Dos años en el centro, primero con Benjamín, Iñigo y Amaia, con los niños, y las hermanas Mercedarias. Al año siguiente, con los padres Hermenegildo y Darío, con los que también hicimos un buen equipo de convivencia y de trabajo, mientras ellos cogían las riendas del centro de Santa Rosa. En estos dos años se hizo la planificación y construcción del nuevo centro de pastoral del Calderón. En el año 92 ya estábamos viviendo en el nuevo convento el nuevo equipo de pastoral, Mari Carmen (MMBB), Iranzu y yo. El curso siguiente las hermanas mercedarias dejaron la parroquia y vino Koldo. El P. Anselmo, por aquellos años estaba viviendo su experiencia de retiro-desierto en Sabayán, y venía a colaborar en la parroquia los fines de semana.
No hubo duda sobre el nombre de la nueva parroquia. El comité de la iglesia del Calderón, como buenos hijos e hijas de las tierras de Loja, tenían claro que la titular sería Nuestra Señora del Cisne. Pronto el Obispo Néstor Herrera hizo la bendición de la nueva Parroquia. Y, si la memoria no me falla, creo que fue ese mismo año cuando la imagen de la Virgen del Cisne, que por primera vez peregrinaba por las iglesias de la provincia, pasó la noche en su nueva parroquia, en un bonito ambiente de fiesta, donde el Obispo presidió la Eucaristía, para luego llevarla a la iglesia del centro de Santa Rosa.
Así que tuve la suerte de iniciar la andadura de la nueva parroquia durante sus dos primeros años. Teníamos mucho movimiento, pues la división en dos parroquias eclesiásticas hizo posible una mayor presencia de los agentes de pastoral en los recintos y ciudadelas, con el objetivo de fortalecer la vida cristiana mediante la creación y el fortalecimiento de las Cominidades Eclesiales de Base. Por la mañana celebraba la misa con las hermanas Teresitas del Hospital. Algunos días de la semana pasábamos en reuniones con otros agentes de pastoral, del equipo, de la zona, de la diócesis y el resto organizábamos visitas y la atención a distintas tareas pastorales.
Recuerdo en estos años las visitas de muchas tardes por las ciudadelas y recintos con las y los catequistas y miembros de comunidades cercanas. Por los asentamientos recientes del Teniente Ortiz, cuando con D. José y yo íbamos a visitar, al principio no habrían las casas pensando que éramos ladrones, hasta que luego ya se corrió la voz de que era el padrecito y ahí sí, ya pudimos entablar buena amistad con las familias que luego formaron la comunidad de Santiago. En la ciudadela San Vicente, por el contrario, con la Sra. Imelda, fue más fácil, pues estaba cercana la Navidad y se organizó enseguida la novena del Niño Dios. La formación de la comunidad de la Florida, con qué alegría y acogida nos recibían, Narcisa, Flor María, las visitas a La Primavera, Las Cruces… con la Sra. Genara y el resto de la comunidad de San Agustín y en San José, San Antonio y Jumón, con unas catequistas que eran una referencia segura y fiel. En la zona de la Avanzada, río arriba, con Norma, Gloria y Merci. Y Torata, que era la zona donde el P. Anselmo se sentía en casa.
Cuánto disfruté este tiempo con ustedes, con los pobres, con la gente más sencilla, su profunda fe en Dios, hecha confianza y compromiso con Él y los hermanos, superando tantos cercos y dificultades para vivir unidos en comunidad, la devoción por la Palabra de Dios leída en comunidad, el cariño a la Virgen María… Qué fácil era formar pequeñas comunidades, especialmente entre los lojanos, con una fe y un sentido comunitario tan arraigados. Recuerdo en una fiesta de Navidad con los niños de la ciudadela, que organizó la reciente comunidad de Santiago, el grito festivo de los mayores mientras animaban la fiesta y todos bailábamos: ¡Viva la Comunidad! Como transmitiendo un legado a los jóvenes. Les salía de bien adentro, y no había puro (todavía).
Es lo que les deseo de corazón, que ese estilo de ser y de vivir que ustedes me enseñaron, siga fortaleciéndose en sus familias, ciudadelas y recintos, adaptada a los nuevos tiempos que también allí, les toca vivir.
Un fuerte abrazo a cada persona amiga, lleno de agradecimiento con ustedes a Diosito, el Dios de los pobres. Enhorabuena por estos 25 años de la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. del Cisne. Estos días me uno a su fiesta con mi oración por todos ustedes y con una botellita de buen vino de esta tierra, para darle envidia a uno que ustedes y yo sabemos, pero que pronto lo beberá con nosotros.
Un abrazo compañero Txamo y a todo el equipo pastoral. Con todo cariño:
Santi.
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