Al cumplirse una semana del fallecimiento de Mons. Miguel Asurmendi, quien, durante 15 años, fue el obispo delegado de nuestras Misiones Diocesanas, le recordamos con agradecimiento. A continuación, reproducimos su última entrevista concedida a la revista Los Rios (nº 251. Junio 2015) y que ya fue publicada en su día en esta misma web. Eskerrik asko D. Miguel.
Estas fueron sus respuestas a varias cuestiones planteadas por Los Rios:
Muy pronto, al año de llegar a Vitoria, emprendió un viaje misionero a Ecuador para visitar Misiones Diocesanas. Desde entonces, como Obispo delegado, ha seguido visitando a nuestros misioneros y misioneras, tanto en Ecuador como en Angola. ¿Qué recuerdo guarda de esas visitas?
Mi primer viaje a las Misiones Diocesanas, tras llegar como Obispo de Vitoria, (4.XI.1995), fue a Malange, en Angola, a la Ordenación Episcopal de Mons. Luis María Pérez de Onraita, nombrado Obispo Coadjutor de Malange. Viajé junto con Mons. Carmelo Etxenagusía, Obispo auxiliar de Bilbao. La Ordenación Episcopal tuvo lugar en Marzo de 1996. Fue una inolvidable y bella fiesta, que duró cinco horas.
Hago memoria de aquel día hoy que, en Malange, están celebrando el funeral por el Arzobispo emérito de Malange, Mons. Luis María Pérez de Onraita. Ha sido un gran Arzobispo, muy querido.
Tras aquel primer viaje y a lo largo de 15 años -1995 a 2010- en que fui elegido por mis hermanos Obispos de Bilbao y San Sebastián, Obispo delegado para las Misiones Diocesanas, he realizado siete viajes a Misiones Diocesanas en Ecuador y en Angola.
Guardo muy buenos recuerdos de dichos viajes. He compartido Misa y mesa con los misioneros, he aprendido a valorar trabajos pastorales y entrega generosa, he dialogado sobre nuevos proyectos a favor de aquellas comunidades, he conocido formas de colaboración con los laicos del lugar, etc. Fueron visitas valiosas.
Durante gran parte de su mandato episcopal, ha sido quien ha impulsado el trabajo evangelizador de Misiones Diocesanas como Obispo Delegado. ¿Cómo se ha sentido a lo largo de estos años en esta tarea?
El servicio episcopal a los misioneros –laicos, religiosos y sacerdotes-, así como a las comunidades cristianas de aquellos pueblos, en Ecuador y Angola, es gratificante. El misionero suele estar dotado de un talante especial de generosidad vocacional, disponibilidad y entrega al servicio de los más necesitados.
Al mismo tiempo, la animación misionera tiene repercusión en las comunidades cristianas de las Diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Hace a nuestros fieles más sensibles a las necesidades de los pobres. Y participan en la gran misión de la Iglesia universal. El Papa Francisco nos habla de una Iglesia en salida, de una Iglesia misionera, que sea hospital de campaña.
¿Cómo podemos nosotros hoy mantener el pulso misionero en nuestra tierra y en el mundo entero?
Cuando fui nombrado Obispo delegado para las Misiones Diocesanas, el grupo misionero era nutrido, proveniente de las tres Diócesis del País Vasco. La crisis vocacional ha hecho que el número de misioneros se haya reducido drásticamente. Pero la vocación misionera en el Pueblo de Dios no es algo coyuntural. Dimana de la misión que Dios Padre confió a Jesucristo y de la que Cristo entregó a su Iglesia, que se actualiza por la acción del Espíritu Santo.
Estoy convencido de que, de unas maneras o de otras, el pulso misionero está y estará presente en nuestra Iglesia. No hay que bajar la guardia. Hay que trabajar en nuestras comunidades cristianas: informar de temas misioneros, formar jóvenes para la misión, hacer rezar por las misiones, invitar a personas que hablen en nuestras parroquias, etc.
¿Cómo ve el presente y el futuro de las Misiones en nuestra Diócesis?
Tengo confianza en el futuro de las Misiones Diocesanas. Sin caer en optimismos ilusos, creo que formando laicos y también sacerdotes, es posible pensar en grupos cristianos que vayan a zonas de “Misión ad gentes” con el ministerio de un presbítero que los vaya formando en espiritualidad bíblica y pastoral para la misión.
También ha sido durante muchos años quien ha orientado la revista Los Ríos. ¿Cuál piensa que ha sido y deberá ser su papel en la animación misionera?
La revista Los Ríos ha de seguir siendo un medio de información, de formación para la misión y de circulación de ideas entre misioneros y misioneras de aquellos pueblos y de nuestros grupos parroquiales.
Recogiendo sus mensajes de estos años, ¿Qué orientaciones nos podría dar para el mundo misionero?
Propongo tres ideas: Volver a reflexionar el Concilio Vaticano II. Se ha trabajado. Pero cabe profundizarlo más; Acoger los mensajes del Papa Francisco. Los que están en la E.A. “la Alegría del Evangelio”. Y los que nos propone para ir a las periferias; Aceptar las orientaciones de los Obispos de las Diócesis del País Vasco y de la Conferencia Episcopal Española. Son más concretos. Contemplan nuestra realidad. Hablan hoy y aquí. Suelen generar esperanza.
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