Ramón Díaz-Guardamino, presbítero de la Diócesis de Bilbao, partió hacia Etiopía, como misionero, en octubre de 2019. Tras un año aprendiendo amárico en la capital, se incorporó a la parroquia de San José de Jijiga, para colaborar con el párroco local . En junio del año pasado fue nombrado párroco de dicha parroquia.
¿Qué balance haces del tiempo que llevas en Etiopía?
Muy positivo; estoy contento. No es que todo sea fácil o salga siempre según lo previsto, y tampoco tengo la sensación de estar haciendo algo grandioso; es más, con frecuencia me siento bastante frustrado e inútil, aunque hay también satisfacciones, cuando algo sale bien o veo avances. Sin embargo, creo que estoy donde debo estar, siguiendo el camino al que Dios me llama, y que todas las circunstancias, de algún modo, forman parte del plan de Dios, de su proyecto para mi vida, y también para mi comunidad de aquí.
Esta realidad es completamente nueva para mí y quizá lo primero sea tratar de hacerme a la vida de aquí, a cómo son las cosas, a cómo piensa la gente. Tener que aprender un idioma tan complicado como el amárico y con semejante alfabeto de doscientas y pico letras es, en cierto modo, como la punta del iceberg o, si lo prefieres, una metáfora de todo lo demás. Para mí ha significado dejar un ministerio en el que me encontraba a gusto y en el que veía que podía ayudar a las personas, para enfrentarme a lo desconocido, para empezar de cero… incluso teniendo que aprender a leer y escribir de nuevo a los cincuenta años. Parece que no tiene mucho sentido, pero cuando uno siente el llamado, cuando se oye en el corazón ese ‘sal de tu tierra’, todo es distinto.
En este tiempo me he sentido apoyado especialmente por el vicario apostólico de Harar, que ha sido muy cercano, sobre todo en los momentos difíciles, y también por otros sacerdotes, y por fieles de la comunidad. Voy superando algunas dificultades y eso es un gran avance, por el que doy gracias a Dios. Pero tengo mucho camino por delante, y también ganas de seguir caminando.
¿Qué echas de menos y qué es lo que más te ha costado?
Echo de menos la cercanía de mi familia y amigos, e innumerables comodidades que allí se dan por descontadas y aquí son un lujo. Desde poder ir al cine o quedar a tomar unos pintxos, hasta el funcionamiento de los servicios, como la electricidad o internet, que aquí fallan en cualquier momento. Es exagerada la cantidad de tiempo que hay que dedicar a que las cosas funcionen, y en general se logra a medias.
Me está costando mucho comunicarme con las personas; no es sólo el idioma, sino el modo mismo de comprender la vida. Cuando parece que uno ha entendido y se ha dado a entender, luego todo es al revés. Esto requiere sobre todo paciencia, uno se va haciendo poco a poco. Quizá tener paciencia sea lo que más cuesta. No basta con hablar el mismo idioma; aquí hay personas con las que me puedo más o menos comunicar en inglés, pero es como si funcionáramos con sistemas operativos distintos, con escalas de valores diversas. Quedas con alguien a las cinco, y la otra persona puede aparecer a cualquier otra hora; pero si aparece a la hora y le haces esperar, tampoco se queja.
Es obvio que me tengo que hacer al modo de ver las cosas de aquí, en lugar de tratar de imponer mi criterio y que se adapten ellos. Pero depende; también es cierto que Jesús y el Evangelio deben ser el punto de referencia: si en un lugar está normalizada la mentira, el robo o la violencia, uno puede entenderlo, pero no admitirlo como expresión legítima y respetable de la cultura. Es como si alguien dijera que el analfabetismo es parte de la cultura de un pueblo… ¿no será más bien parte de su incultura, que debe ser superada? Otra cosa es el modo de afrontarlo: sin caer en la tentación de sentirse superior, es preciso tratar de ayudar siempre desde la humildad, el amor y la paciencia, porque las personas siempre merecen respeto: también para eso Jesús es punto de referencia.
Y tampoco debemos pensar que aquí todo sean limitaciones, ni que todo sea mejor allí. A medida que nos vamos despojando de toda una serie de lujos y prisas que el consumismo de nuestra sociedad nos impone, parece que la vida es más auténtica, y el contacto con las personas más real y profundo.
¿Qué te has encontrado allí que no esperabas?
Tampoco es que tuviera muchas ideas preconcebidas. Diría que uno se sorprende de muchas cosas, pero luego se va acostumbrando a todo: a los cortes de electricidad e internet, a los controles de policía en la carretera en que te revisan el equipaje, a encontrarse una manada de camellos cuando uno va en coche, etc. Sobre todo, los cambios de planes son continuos: uno puede planificar un viaje, pero luego ese día está cortada la carretera y tiene que dar media vuelta, o puedes quedar con alguien y no aparece; son cosas que pasan continuamente.
Quizá algo que sabía, pero aun así me ha sorprendido, es lo complicado que es ayudar a las personas en situación de pobreza. Es facilísimo paliar la pobreza con ayudas que acaban creando dependencia; en cambio cuesta mucho ayudar a las personas a salir adelante ganándose la vida. También las ayudas pueden fácilmente dar lugar a estructuras clientelares, de compraventa de lealtades. Tengo claro que debemos ir en otra dirección, pero no es fácil ver el camino.
¿Cómo se está viviendo el proceso sinodal allí donde tú estás?
Ya antes de anunciarse este proceso sinodal, estaba en mente del Obispo convocar un sínodo para el Vicariato apostólico de Harar, así que él mismo ha sido el principal impulsor de este proceso. En esta parroquia, debido a mi dificultad con la lengua, he requerido ayuda de otro sacerdote para facilitar aquí el proceso, que ha debido ser breve. Sin embargo, hemos podido reunirnos con la comunidad y con varios grupos, y todos han podido hacer abiertamente sus aportaciones, que me han parecido valiosas; no han rehuido los problemas reales. Se redactó un documento con la síntesis de lo aquí aportado, y acudí con varios representantes de la parroquia a una reunión sinodal de todo el vicariato, a otra parroquia que está en Asebe Teferi, a unas siete horas en coche de Jijiga. Hubo reuniones por grupos y plenarias; se habló en tres idiomas, y algunos catequistas traducían; no había habitaciones para todos, y muchos jóvenes dormían sobre esteras en el suelo de un aula, incluso en el aula ‘sinodal’. Fue bastante positivo, el ambiente, las discusiones… Para muchas personas sencillas de aquí, que apenas salen de su pueblo, fue toda una experiencia; debía de parecerles que estaban participando en el Concilio Vaticano II.
¿Cómo es la convivencia entre religiones?
En Jijiga existe una mayoría musulmana de etnia y lengua somalí, y una nutrida minoría de otras etnias etíopes que en general hablan amárico y muchos son cristianos, aunque también hay musulmanes en las otras etnias. Los católicos somos una pequeña minoría dentro de la minoría cristiana, somos apenas unos pocos cientos en una ciudad de cientos de miles. En general las relaciones con unos y otros son de buena vecindad y respeto, sobre todo con los cristianos. Es normal que la gente de la comunidad tenga familiares ortodoxos y protestantes, y amistades entre los somalíes, por ejemplo, del vecindario. Sin embargo, es fácil que haya odios y rencillas soterradas entre cristianos y musulmanes, y cualquier discusión puede acabar fatal si uno no tiene cuidado. Cuando surge algún problema, es importante tratar de arreglar las cosas por las buenas.
El 4 de agosto de 2018 se produjo una situación muy complicada y violenta en la región Somali, propiciada por el anterior presidente de la región en un desafío al Gobierno federal. El presidente regional –que era cercano al TPLF– retiró de las ciudades a la policía, y hubo bandas de violentos que sembraron el caos durante varios días. Hubo decenas de cristianos asesinados, entre ellos varios sacerdotes ortodoxos. También fueron incendiadas algunas iglesias y la ciudad permaneció incomunicada durante varios días, en los que cientos de cristianos –tanto católicos como ortodoxos y protestantes– encontraron refugio en nuestra parroquia. También hubo somalíes en el vecindario que, por su amistad con nuestros parroquianos, impidieron que los asesinos que asolaban la ciudad llegaran a la parroquia. Nuestra comunidad vivió momentos dramáticos, pues ese día se celebraba la bendición de una nueva capilla a las afueras, y llegó una banda de violentos armados de piedras y palos mientras el Obispo, varios sacerdotes y la comunidad católica estaban en plena celebración en la capilla. Se logró que abandonaran la zona, y poco después se supo que venían de asesinar a un sacerdote ortodoxo de una iglesia allí al lado. Posteriormente se consiguió trasladar a la gente desde la capilla a la parroquia, donde permanecieron hasta que pudieron regresar a sus casas gradualmente. Tras estos sucesos, el presidente regional fue destituido y encarcelado, y poco a poco la calma regresó a la ciudad.
Muchos de los cristianos que se habían ido de la ciudad han ido regresando. Creo que la situación ahora es pacífica y normal, pero los cristianos conmemoramos cada año esos acontecimientos, y a mí me queda la sensación de que cualquier día, del modo más inesperado, puede saltar la chispa y ocurrir cualquier cosa. Aquí el ejército y la policía, tanto federal como regional, tienen bastante control de la situación, sólo que no es fácil saber cómo van a evolucionar las cosas, teniendo en cuenta la guerra civil en Tigray, y la inestabilidad de la vecina República de Somalia. Aunque las causas de la violencia son seguramente más étnicas y políticas que religiosas, la religión no es indiferente.
6. Cuéntanos como es un día normal tuyo
La misa parroquial suele ser a las seis y media, así que toca madrugar. Después de desayunar, a las ocho tengo una hora de clase de amárico. Y después todo es bastante variable. En ocasiones tengo que salir a la ciudad para recados, cuando estoy en la parroquia suelo atender a la gente que viene a hablar conmigo, preparar o arreglar cosas, y estoy ayudando a algunos jóvenes a aprender inglés. A veces hay actividades de la parroquia por la tarde, o misa, o adoración eucarística, y los jueves voy por la tarde al centro de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa.
¿Dónde están tus proyectos de futuro?
Yo en este momento tengo mi mente aquí; si Dios quiere, ya tendré tiempo de pensar en la vuelta. Ahora mismo mi principal proyecto es aprender amárico e integrarme en la comunidad parroquial y local; aprendiendo más adelante también somalí. Aunque voy avanzando, ahora apenas logro entender y darme a entender en amárico si la conversación es sencilla, y necesito poder conversar normalmente con los fieles de la parroquia. Necesito participar plenamente de la vida parroquial, con la gente y los grupos, y caminar con ellos, enterándome de verdad de sus inquietudes y siendo capaz de expresarme en su idioma.
Respecto a los proyectos de desarrollo, la Iglesia cuenta aquí con una oficina para coordinar todo ese trabajo, que se gestiona separadamente respecto a la pastoral. Únicamente llevo un pequeño proyecto de ayuda al estudio, con unos doscientos estudiantes que reciben una cantidad mensual.
Además, hay una comunidad de Capuchinas misioneras que lleva una escuela católica de mil y pico alumnos aquí al lado. Por ello, no creo que ahora deba meterme en proyectos, sino centrarme en crecer juntos como comunidad cristiana. Pienso en la conversión pastoral, en ser una Iglesia misionera, evangelizadora, en salida, y no sólo un lugar al que la gente viene a rezar. Pienso en el trabajo pastoral de promover el perdón y la reconciliación dentro de la propia comunidad, donde hay a veces enfrentamientos; en promover una vida de oración personal que vaya más allá de cumplir con ciertas prácticas devocionales tradicionales que no siempre ayudan a vivir según el Evangelio; en fomentar el contacto con el Jesús y sus enseñanzas… en fin, con todo aquello que nos hace de verdad cristianos.
Foto de grupo en la parroquia después de la celebración de un bautizo
Parroquia de San José de Jijiga
Después de celebrar dos matrimonios en la Eucaristía dominical
Al final de la misa crismal del Vicariato apostólico de Harar en la parroquia de San Jorge de Asebe Teferi-Chiro. Estuvieron presentes los participantes en el sinodo.
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