Por Jaume Calvera. Misionero Comboniano. Director de Mundo Negro
No es la primera ni será la segunda vez que, en algunas tertulias o entrevistas en medios de comunicación, cuando sale el tema de África, sus gentes, sus riquezas, culturas, problemáticas sociales, etc., la misma persona entrevistadora dice: “África es el continente desconocido”, y es verdad, es un continente que está todavía bastante desconocido. Pero, no es África y sus gentes que se hacen desconocidos, porque un ente es una realidad que existe y no se puede hacer desconocida por sí misma, serán más bien los que tendrían que conocerla que por diferentes motivos no la conocen. Es decir, si África es para algunos, incluidos entrevistadores, todavía desconocida, es por culpa solo y únicamente, de quien tendría que mostrar más conocimiento y por determinadas circunstancias no ha hecho el esfuerzo suficiente de conocer, interesarse, leer, estudiar que está pasando en este precioso continente que tiene nombre de mujer.
Para conocer África habrá que informarse, leer, escuchar a sus gentes, articular actitudes positivas y buscar esta positividad que ya tienen sus gentes. Habrá que abandonar prejuicios y hacer crecer interés por conocer. De forma breve, pero vamos a intentarlo.
África, el continente de los más de 1.300 millones de personas que, con sus 55 naciones, desde la más grande en extensión como Argelia, hasta la más pequeña como el archipiélago de la República de las Islas Seychelles, que también es la más pequeña en habitantes, con un poco más de 100.000 habitantes, y queda empequeñecida al lado de Nigeria con sus más de 200 millones de habitantes. Es chocante que el país más rico, según la renta per cápita, sea también la República de las Seychelles, enfrente del país más pobre, Sudán del Sur y es que en todos hay mujeres y hombres que gritan por la misma justicia social e invocan al mismo Dios. Un continente donde el 40% de la población es menor de 15 años y el 60% no alcanza los 25, hay que reconocer que el problema que se establece de cara al futuro, es la creación de trabajo, dignidad e igualdad de oportunidades. Todos estos datos sencillos pero ciertos no hacen más que destacar el tremendo desequilibrio que se abre en África donde el norte no tiene nada que ver con el sur, y el este con el oeste.
Las culturas ancestrales que las nuevas generaciones de africanos miran de reojo, son auténticos retos de cara al futuro que luchan entre la continuidad y la desaparición, siendo muy conscientes de que con ello se van piezas muy importantes de la cultura africana. Sin embargo, una nueva generación de intelectuales, autores literarios y artistas está floreciendo, aunque muchos de ellos tengan que emigrar a otros países, fuera de África, para ver realizadas sus inquietudes intelectuales.
La política juega, como ha sido siempre, un papel preponderante. Precisamente este año 2020 muchos países de África celebran sus 60 años de independencia. En el 1960 alcanzaron la independencia 17 naciones africanas y en los años posteriores, entre el 1961 y 1969, otras 16 naciones. Un total de 33 naciones alcanzaban su madurez política y social en esta década, con unas incipientes independencias que con el paso del tiempo han cosechado diferentes resultados. Pero el catalizador principal de los procesos políticos, sigue estando en las manos de los líderes que han gobernado estos países unos de forma dictatorial y abusiva mientras que otros de forma más democrática y con criterios constructivos, basta recordar aquí como ejemplo añorado, la figura de Nelson Mandela que después de pasar 27 años en cárceles sudafricanas (1963-1990), llegó a ser presidente de la República de Sudáfrica del 1994 hasta 1999, dejando una huella política que quedará en la historia. Son muchas las naciones que hoy día luchan y sufren para desembarazarse de los abusos autoritarios, que vienen enmascarados por terribles muestras de corrupción y de injerencias extranjeras. Un comentario a parte merecería el análisis de todos los focos actuales en África, donde el terrorismo de Boko Haram, Al Shaba y otros tienen atenazados poblaciones completas que a su vez generan amplias bolsas de refugiados internos de una nación a otra. En este ambiente es muy difícil que la cultura, la economía, la sanidad y la simple vida familiar se puedan desarrollar con serenidad.
En este campo cabe recordar que en el África contemporánea hay dos situaciones que enturbian profundamente un crecimiento político y social equilibrado. La República Popular China está cada vez más instalada en muchas naciones africanas de una forma silenciosa pero muy premeditada: negocia con obras civiles, como puentes e infraestructuras a cambio de materias primas, como son los minerales, bosques, petróleo, etc. Rusia es otro elemento desestabilizador que intercambia armas por también materias primas y presencias militares. Otras naciones como India, Brasil, Canadá, EE.UU. y muchas naciones europeas, no escapan de este abuso comercial que hace que muchas partes del continente africano siguen siendo dependientes de intereses extranjeros. Con estos pesados fardos de deuda, es muy difícil crear una economía sostenible que haga de África un continente de naciones prósperas.
Muy unido a este tema, surge con mucho dramatismo el tema de la emigración, donde los jóvenes se ven completamente obligados a salir de estas situaciones para crecer como personas, definirse como profesionales y ser una ayuda económica para sus familias que dejan con mucho dolor en sus lugares de origen. Los centenares de pateras que cruzan el Mediterráneo son una imagen viva de lo que quisiera ser África: gente audaz, emprendedora, trabajadora que ponen en riesgo la vida para poderla vivir mejor y que contemplan con dolor, como otros emigrantes llegan a nuestras tierras en avión o por carretera y no son tratados con la dureza, ni criminalizados por nuestros gobiernos europeos.
Recogemos finalmente una nota de mucha esperanza: la Iglesia. La Iglesia católica en África refleja un proceso de “africanización” que responde a valores evangélicos de autogestión e inculturación. Hay datos estadísticos que reflejan el auge y el aumento de vitalidad en muchas comunidades cristianas. África tiene en la actualidad 721 obispos; 32.318 sacerdotes diocesanos y 13.871 sacerdotes religiosos, mientras que las religiosas son 73.742 y los catequistas 424.629, son cifras, pero invitan a la esperanza porque año tras año siguen aumentando.
En medio de todo ello queda reflejado el profundo deseo de un continuo y creciente diálogo interreligioso, un respeto recíproco con el Islam y una fraternidad abierta hacia las diferentes religiones tradicionales. Todo un reto para este continente, que cada vez está tomando más conciencia de su vocación misionera y evangelizadora.
Jaume Calvera
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