Vivir la misión, de “ Id e Invitad” en Zambia
(Reflexión al lema del DOMUND)
Me llamo Mado Manyingo, de la congregación de las hermanas Mercedarias Misioneras de Berriz, y soy congoleña. Vivo actualmente en Zambia en la provincia de Solwezi, situada al Norte-Oeste del país. Solwezi es la capital de la provincia, es rica en minerales, y con una realidad tanto urbana como rural. Tiene una gran superficie, pero es una provincia un poco olvidada por el gobierno en cuanto al desarrollo y a las infraestructuras. Su población es bastante joven y está estimada a 1.300.000 de los 19.000.000 habitantes del país. Su rico subsuelo en minerales: cobre, malaquita, oro, cobalto, etc., están siendo explotado hace unos años por unas empresas chinas y de otros países. La población local de Solwezi, sufre un cierto grado de pobreza debido a su falta de educación. Esto hace que haya más gente de afuera invadiendo esta provincia para trabajar en las minas. Y los nativos, en su mayoría, se dedican principalmente al cultivo de la tierra y a los pequeños comercios diarios de los productos de sus campos y huertos…
Es en esta realidad que nosotras, Las Mercedarias Misioneras de Berriz, estamos llevando a cabo la misión en la diócesis de Solwezi, en la parroquia San Agustín, situada a 7 kilómetros del centro de Solwezi.
Esta parroquia tiene 6 años de existencia, ya que antes era una capillita, sucursal de otra. Se encuentra en una zona rural donde la gente vive principalmente de la agricultura y son pobres y simple.
A las misas dominicales acuden fácilmente 400 personas, en su mayoría mujeres y niños.
En esta zona predominan los casamientos precoces y el machismo, que hacen de las mujeres y los niños son las víctimas empobrecidas por la realidad. En la parroquia, tenemos comunidades de base y algunos movimientos. Acompaño, de manera especial, a un grupo de 25 madres de familia que se reúnen los miércoles por las tardes; también participo en las comunidades eclesiales de base.
¿Cómo vivo mi misión de «Ir e invitar» en este grupo de madres?
Llevo casi 5 años en esta parroquia, y estoy en este grupo de las mujeres que inició la hermana Norma Atilano, MMB, con el objetivo de ayudarles a salir de su pobreza y miseria, a responsabilizarse para tener una nueva vida para ellas mismas y de sus hijos, y sobre todo a liberarse de la opresión de los hombres y de sus costumbres.
En este grupo, todas tienen unas historias tristes de abandono o maltratos que yo llamo historias sagradas porque es en ellas, Dios les sigue encontrando y liberando.
Puedo decir que viendo estas mujeres hoy y comparando con lo que eran antes, se les ve y siente personas libres y liberadas, con fuerza y ánimo de dar vida a ellas mismas y sus familias. (Algunas han hasta tomado la decisión echado a sus maridos o de separarse de ellos y no dejarse maltratar).
Las reuniones de los miércoles son prácticamente lugares de consuelo donde las mujeres se sienten escuchadas, acogidas, consideradas, queridas y valoradas….. Ellas mismas lo dicen con mucha gratitud hacia el grupo.
Empezamos las reuniones con el compartir de la Palabra de Dios, luego, hablan de sus vidas diarias a la luz de esta Palabra y de sus trabajos comunitarios que hacen para sostenerse y acompañarse. Comparten también las alegrías y las penas que viven en sus casas.
Mi presencia y mi estar con esas mujeres es para mí una misión de «Id e Invitad» en el sentido de que se sienten animadas a reunirse de forma regular y compartir sus problemas en confianza; a sostenerse y acompañarse mutuamente.
El Id conlleva varias connotaciones: personalmente, voy con ellas, porque ellas también van con el grupo. Y todas nos movemos porque el primero que se mueve hacia nosotras es el Señor, que nunca deja de venir hacia nosotras para ofrecernos una nueva vida y unas nuevas oportunidades.
El hablar y compartir vida con esas mujeres me hace salir de mi misma, me pone en marcha con ellas para buscar junto a ellas lo que puede ayudar, liberar y dar nueva vida. Les admiro cuando habla de sus problemas en plan de acompañarse sin juzgarse como lo hacían antes ya que sus culturas no permiten que la mujer diga nada a los hombres.
En cuanto al «Invitad», el primero en invitarnos es el Señor. Él nos convoca a todas en torno a la mesa de su Palabra y de su Buena Noticia que compartimos. Él nos habla, nos anima, nos hace sentirnos amadas, queridas y con dignidad de ser hijas suyas, Él nos mantiene en comunión…
El estar con estas mujeres, lo percibo también como una invitación en el sentido de que viéndoles crecer, liberadas y animadas, me invita a seguir estando y caminando con ellas.
Para ellas también, el hecho de verme con ellas, les anima e invita a comprometerse con el ejemplo de vida en lo que es justo y verdad para ellas y sus familias.
Mi presencia en Zambia forma parte de mi ser Mercedario Misionero de Berriz. Nuestras Constituciones en el primer número dicen esto, las Mercedarias «somos en la Iglesia una comunidad de mujeres que hemos elegido vivir nuestra entrega al Padre en un Instituto religioso misionero, con un compromiso de vida y una Misión que quieren prolongar el estilo de vida de Jesús en su misión de revelar al Padre y construir la fraternidad».
En lo que vivo y hago, me siento miembro de la Iglesia en misión, invitada por el Señor en la congregación de las Hermanas Mercedarias Misioneras de Berriz y enviada en misión, llevando un estilo de vida cotidiano junto a mis hermanas y hermanos, dando testimonio de la Buena Noticia de Jesús con cercana a mi pueblo sea donde esté o hago en el nombre del Señor.
El lema del DOMUND de este año, Ir e Invitar, es para mí una llamada a Vivir en Misión y vivir la misión, a través de mi forma de estar con y entre mis hermanas y hermanos como testigo del Evangelio que habla e invita a otras, y que llega a los demás sin fronteras…
Mado Manyingo, Mercedaria Misionera de Berriz
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