Durante estos últimos meses nos han dejado varias personas muy queridas en el entorno misionero. El número 279 de la revista Los Ríos (octubre 2024) publica parte de los textos de los obituarios de todos ellos y ella (Antonio Madinabeitia, Joaquín Astiz, Juan José Mancisidor, José Mari Aldanondo y Mª Ángeles Galdón). En algunos casos se han tenido que resumir por razones de espacio. A continuación, reproducimos los textos completos:
Antonio Madinabeitia: El hombre bueno, servidor y silencioso
En la imagen, Antonio Madinabeitia, junto a quienes fueron sus compañeros en el equipo de Urkiola durante muchos años: Joseba Legarza y Bittor Garaigordobil.
Antonio Madinabeitia falleció el 13 de junio, a los 91 años. Al recordarle vienen a mi memoria tres frases que pueden ayudarnos a definir al amigo, al sacerdote, al misionero y al «último mohicano» de Urkiola. Al que todos hemos querido y del que todos hemos aprendido impagables lecciones de profunda humanidad y evangélica sencillez.
Decía el poeta Antonio Machado refiriéndose a sí mismo «soy en el buen sentido de la palabra, bueno». La bondad de Antonio Madinabeitia no podía ser interpretada más que en el buen sentido. Bondad en el hacer, bondad en el compartir, bondad en el pensar y en el sentir. Un hombre bueno, sin doblez, sin el mínimo resquicio de enemistad, sin dejar que ningún desencuentro fuese capaz de destruir el lazo de una amistad.
Jean Marie Lustiger, arzobispo de París y posteriormente cardenal, acuñó una feliz expresión que retrata con exactitud a Antonio Madinabeitia. Decía Lustiger «Si la Iglesia no vive para servir, no sirve para vivir». Las comunidades a las que ha servido nuestro Antonio han sido testigos privilegiados de esa dimensión de servicio que él ha encarnado. Podríamos llenar páginas con los testimonios de las gentes a las que él sirvió en su dilatada vida misionera en sus dos etapas de Ecuador y Urkiola. Así me lo decía una catequista de Mata de Cacao (Los Ríos), donde Antonio concluyó su etapa misionera, en mi última visita a aquella provincia a finales del año pasado: «El padre Antonio se hacía querer por lo que nos sirvió. El servicio era el mejor de sus sermones». Servidor hasta al fin de sus días, a pesar de sus achaques y limitaciones.
Benjamín Disraelí escribió: «Hay personas silenciosas que son mucho más interesantes que los mejores oradores». Antonio era una persona de grandes silencios. Silencios reflexivos, silencios cargados de espiritualidad, silencios que generaban paz y armonía en medio del exceso de ruido y verborrea, silencios casi monacales. De una persona así nunca podría esperarse una palabra altisonante. Parco en el hablar, meditador de lo que decía y, a la vez, firme en expresar sus convicciones. Su «sí» era sí y su «no» era no.
Estas tres frases me han servido para hacer memoria de Antonio Madinabeitia. Para mi modesto entender, un maestro del espíritu, un referente de virtudes cristianas y un sacerdote («sólo, siempre y en todo sacerdote») entregado a la causa del Reino y de los pobres. Goian bego!
Xabier Eskauriatza
Joaquín Astiz, sus referencias eran Jesús y el Evangelio
En una de las reuniones en la academia misionera del seminario de Vitoria, una voz entrecortada por la emoción nos sorprendía a los asistentes. Era Joaquín Astiz que nos recordaba el compromiso misionero “ad gentes” que nos tenía que interpelar. Dirigía la academia misionera Manolo Unciti del que Joaquín fue amigo fiel hasta el final. El primero con la pluma y el segundo, pisando tierra en la Prelatura de Los Ríos del Ecuador, contribuyeron de vida y corazón a la causa misionera.
En su estancia en Ecuador y siguiendo el estilo del grupo misionero vasco, Joaquín quiso dejar por escrito aquella original labor que coincidía con el ideal de los grandes pensadores sobre la actividad pastoral en los países de América latina. Joaquín defendió su tesis doctoral sobre la Teología de la Liberación en la Universidad de Bogotá en Colombia. Su gran referente fue el obispo de Los Ríos D. Víctor Garaigordobil, sabio que ponía su saber y autoridad al servicio del ser humano ecuatoriano. La teología de la liberación fue considerada como manchada por el marxismo en este lado nuestro del charco. Ni en D. Víctor ni en Joaquín existía semejante contaminación. Para ellos, como para los grandes teólogos latinoamericanos, la referencia era Jesús y el Evangelio; teología de la sanación, de la liberación y de la salvación con mirada a lo trascendental.
Una vez en casa, Joaquín fue nombrado delegado episcopal de Misiones. Coincidió en su mandato el conflicto de Rwanda. Con él me relacionaba con un sistema especial de comunicación y pasaba él la información a nuestro obispo D. José Mª Setien preocupado por nuestra difícil situación. Le tocó también gestionar la triste y dolorosa situación por la muerte violenta de nuestro querido Isidro Uzcudun. Para Joaquín, Isidro fue un mártir “canonizable”.
En su etapa final, retirado en la residencia sacerdotal del Seminario de Donostia, escribió las intervenciones en el Concilio Vaticano II de su querido y admirado D. Víctor Garaigordobil. En alguna de las ventanas de su ordenador descansan dichos escritos. Y en paz, dejándonos su legado misionero, ha descansado Joaquín Astiz.
Juan Jose Mancisidor “Buzoaren semea beti buzo”
Eta horrekin harro. Etxearen ere buzoaren eskafandra (aitarena). Abuztuaren 17an 90 urte borobila bete ondoren joan zaigu…
Mancik bazuen halako nahasketa bat: Ondarruan jaio, Zumaiarra izan, Mutrikuar tokea (ezinaberastunekoa)…
Bere apaizgintza: Herrerako San Luis parrokian, Itziar eta Lasturren, Lurdesko Frater taldean konsiliario, misiolari Angolan, Zumaian… besteak beste. Gizon hiztuna genuen; garai bateko kontuak eta istorioak kontatzen iaioa:
Angolan, Malanje probintzian eta bertako hiriburuko Maxinde auzoan bizi izan zen eta egin zuen lan beste euskal misiolariekin batera. Angolan bost urte egin zituen. Berari entzuna: ehizako eskopeta eta gauez ehizatutako animalia poliziengandik izkutatu zituenekoa. Eta Angolak beti teink, beti tira egiten zion: urtero beti elkartzen zen Maiatzaren 1ean Urkiolako misiolari familiaren topaketan.
1998 urtean, Expo-Lisboa, ni Lisboan nengoen portugesa hizkuntza ikasten eta hara non azaltzen diren Manci eta Javier Hernaez egun batzuk Lisboan pasatzera: Lisboa bait genuen Angolarako zubia.
2006 urtean, uste dut, joan zen Javier Hernaez apaizarekin, Angolara, Luanda hiriburuan genuen Precoleko misiolariei bisita egitera eta elkarrekin egun batzuk pasatzera. Nola gustatzen zitzaion “Ngana tukwatele henda” kantatzea. Eta hango zaharrekin eta haurrekin ze gustora!
Zumaiako bere etxera joan besterik ez zegoen Angolako eta Afrikako giroa ikusteko, sentitzeko eta usaintzeko: etxe hartan gauza askok Angolako oroitzapenak zekarten berekin. Eta Zumaiako etxetik beherakoan Santimamiñera joan beharrik ez kobazuloan ibiltzeko. Bere etxe azpian zegoen “Mancimamiñe” kobazuloa, kaskoa buruan jarri eta bisitatzeko. Manci beti harro, beti alai, zirikatzaile, beti buzo. Azken agur ederra eta merezitakoa egin genion Zumaiako parrokian Irailaren 10ean Tolentinoko San Nikolas egunean.
Juanjo, Manci, buzoak egin ohi duen bezala murgildu zara, ez dakit ur azpira, baina bai Jainkoaren mundura. Hortik eskua bota guri. Twasakidila ngana nganga Manci.
Nuestro amigo Joxe Mari Aldanondo
Falleció el 9 de junio, a los 81 años de edad. De joven, junto con Juan Manuel Basurko y Pako Zubeltzu, estuvo trabajando en la provincia de los Ríos, Ecuador. Atendió la parroquia de Mocache, localidad muy montubia, con Iñaki Aldabalde. Colaboraba en el colegio de Mocache junto con otras tareas y funciones en la comarca.
Ya de vuelta en Euskadi combinó labores de sacerdote y enseñanza en Tolosaldea. En 1978 decidió secularizarse y junto con Mari Jose formó una familia de la que nacieron sus hijos Maddalen y Ander.
Después de trabajar en la Cámara Agraria de Gipuzkoa pasó a ser responsable de Montes y Economía de la Diputación de Gipuzkoa, donde se jubiló.
Persona honesta, inteligente, buena, coherente, divertida y muy buen contador de historias. Sus historias sobre Mocache eran puro realismo mágico. El perro aullando en la entrada de la iglesia, Iñaki Aldabalde tocando el órgano y Joxe Mari esperando la llegada de los feligreses.
Aceptó su enfermedad con gran serenidad y entereza; haciendo muy agradable sus últimos días a su entorno familiar y amigos. Siempre con una sonrisa y muy agradecido a la vida.
Mari Ángeles Galdón, mujer acogedora, paciente y pacificadora
Nacida en Benamaurel, provincia de Granada, llegó a Bérriz para consagrar su vida a Dios, como Mercedaria Misionera de Bérriz. Y fue en la Misión de Sudamérica donde entregó buena parte de sus años. En 1968, cuando estaba en la comunidad de Markina, fue enviada a “La Misión de los Ríos”, en concreto a Arenillas, como parte del primer grupo misionero, con el que empezaba la andadura de las Misiones Diocesanas Vascas, en Ecuador. En el Oro y Manabí estuvo acompañando a las comunidades eclesiales de base, formando a los catequistas, participando en los diferentes equipos… desde una opción por los más pobres que fue marcando toda su vida y dando lo mejor de sí misma.
Después de unos años en Perú, volvió a España… primero a Sevilla, después estuvo en Madrid y la última etapa, aquí en Berriz.
La experiencia de Dios, de su amor, el contacto con las personas sencillas… fue haciendo de ella una mujer acogedora, amorosa, comprensiva, paciente y pacificadora… Disponible para servir y suplir… apoyar y sumar… aliviar y armonizar… fácil para convivir y buena para crear comunidad. Disfrutaba mucho con la gente, a la que quería de verdad… y por la que se ha sentido muy querida.
Esa profunda confianza en Dios, en su fidelidad y cercanía le llevo a vivir con apertura y sencillez, mostrando su bondad, paz, ternura y alegría… Con ese ánimo le hemos ido percibiendo, también cuando le fueron llegando las limitaciones de salud, que le hacían sentirse más vulnerable. Las fue encajando sin quejas ni lamentaciones … acogiendo ese Misterio pascual que atraviesa nuestra condición humana.
Lourdes Gorostola
Coordinadora General de las Misioneras Mercedarias de Berriz
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