Las Obras Misionales Pontificias de Alemania comparten el testimonio de la misionera Angelina Gerharz, desde Ghana, donde busca mejorar el hoy y el mañana de los muchos niños y niñas que trabajan en Agbogbloshie, el mayor vertedero de residuos electrónicos del mundo.
La hermana Angelina, que llegó a Ghana en 1968, pertenece a la Congregación de Siervas del Espíritu Santo, conocidas en Centroeuropa como Misioneras de Steyl, fundadas por San Arnoldo Janssen, fundador también de los Misioneros del Verbo Divino.
Agbogbloshie, este vertedero está cerca de la capital de Ghana, Accra. En él se amontonan residuos electrónicos hasta donde alcanza la vista. Hay suciedad, fuegos y nubes de humo negras y espesas. Muchos niños trabajan para sobrevivir en este vertedero. Pasan horas arrastrando un imán en busca de metal, por un suelo contaminado con mercurio. Cada día llegan 50 toneladas de residuos electrónicos, una gran parte procedentes de Europa. Una enorme zona llena de metales cortantes, pantallas rotas, cables deshilachados y un fuerte olor acre. Muchos, también los niños, queman los residuos para extraer metales valiosos. No saben que estos fuegos liberan gases peligrosos, que acaban inhalando. Además las toxinas contaminan el suelo, el aire y el agua hasta tal punto que la esperanza de vida se estima en solo 30 años.
Las familias de los pequeños recicladores de Agbogbloshie provienen de las zonas rurales de Ghana. Muchas huyen de situaciones difíciles, de escasas cosechas o esperando encontrar un futuro mejor en la capital.
En las afueras de Agbogbloshie se está construyendo un centro para niños y niñas que pueda sacarlos de tener que vivir en medio de los residuos electrónicos día tras día. La hermana Angelina explica que “habrá edificios con agua corriente y baños limpios”, y “las niñas y los niños aprenderán aquí a leer y escribir y recibirán una comida caliente todos los días”. El Centro “Ángel Guardián de la Ciudad de Dios” atenderá a 100 niños durante todo el día. En él podrán aprender, comer y dormir una siesta, y mantenerse alejados del ambiente hostil de la chatarra y, además podrán acudir al colegio. En la ceremonia de inauguración del centro, los ojos de los niños se iluminaron cuando se les permitió ponerse cascos de construcción para divertirse. Tal vez algún día ellos mismos se conviertan en trabajadores de la construcción, arquitectos o profesores. La hermana Angelina abriga la esperanza de un futuro mejor.
Lo tristemente curioso de los residuos electrónicos de Agbogbloshie es que su viaje también comenzó en África, normalmente en la República Democrática del Congo, se convirtieron en procesadores, tablets o móviles en Europa y, ahora, han vuelto a África. Lo dice la hermana: “Los minerales valiosos como el oro y el coltán provienen de la República Democrática del Congo, pero los desechos electrónicos terminan en Ghana. Este círculo vicioso de pobreza es una forma de esclavitud. Si los niños y jóvenes no pueden escapar de los barrios marginales, la mayoría de ellos terminarán en el mundo de las drogas y el crimen”.
Los chicos, reconoce la misionera, “viven y trabajan allí porque no tienen otra opción. Recoger y reciclar basura es la única forma que tienen de ganar dinero”. Pero estar en el vertedero tiene sus consecuencias, porque muchos enfermarán y, además los bajos ingresos no son suficientes para llevar una dieta saludable o para que los niños vayan a la escuela”. La hermana Angelina considera esto una “esclavitud moderna”, porque los residuos electrónicos deberían reciclarse y reutilizarse en los países donde se producen, en Europa.
OMPRESS-GHANA
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