(Comentario al lema del DOMUND)
Por Ana Isabel González Díez, Mercedaria Misionera de Bérriz
Pies en camino. Desde hace año y medio tengo la suerte de compartir mi vida con el pueblo filipino en nuestra casa de Formación, inserta en una comunidad más grande de unas 150 familias llamada Margarita Hill, organizada según la inspiración de las Comunidades Eclesiales de Base, en Metro Manila.
Es imposible describir en poco espacio la inmensa cantidad de regalos que estoy recibiendo en este encuentro con otro pueblo, otra cultura, otra(s) lengua(s), otra manera de expresar la fe. Estos regalos vienen con muchas formas diferentes: asombro, desconcierto, incomodidad, temor, incomprensión, alegría, belleza, complicidad, fraternidad, naturaleza, fiesta, PERSONAS…
Creo que cuando aún llevas poco tiempo en otro pueblo, tu experiencia de ENCUENTRO está mediada por la de la DIFERENCIA… La experimentas continuamente. Pero a lo largo de estos meses cuántas veces he pensado: si nadie sale de sí, ¿cómo podrá haber ENCUENTRO? Su queremos “generar ENCUENTRO”, tenemos que “SALIR al encuentro”.
Por eso, en nuestro mundo tan necesitado de ENCUENTRO, la apuesta por recorrer la distancia (geográfica, cultural, interior) que nos separa del “otro” tiene un enorme valor para abrir paso al Reino. Y para eso siempre hay que morir un poquito a una misma. Podemos hacer muchas cosas en la misión pero lo más importante que estamos haciendo es CONSTRUIR PUENTES, HACERNOS HERMANAS/OS.
Corazón ardiente… En la puerta del armario de mi cuarto, pegué hace unos meses tres pétalos de cartulina con la palabra “PASSION”. Eran restos de una dinámica realizada con los profes de nuestro cole en Manila. Algunos de ellos, decían, necesitaban renovar la pasión por su tarea. Esa palabra se quedó también conmigo para recordarme el por qué estoy aquí y qué mueve… No hay vida misionera sin PASIÓN… por el Evangelio, por la utopía del Reino, por el deseo de Dios, por Jesús y su seguimiento, como lo quieras decir… Y esa pasión que te alimenta, hay que alimentarla cada día. Ese corazón ardiente es el que pone también nuestros pies en camino.
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