Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón (Gaudium et spes n° 1).
El Ecuador está conmocionado por el asesinato de un candidato presidencial, Fernando Villavicencio, a una semana de las elecciones, esta noticia ha saltado a todas las páginas de los noticieros y periódicos más importantes de Latinoamérica y el mundo. Ciertamente se trata de un hecho inédito que no había ocurrido en el país desde el retorno a la democracia en 1979.
Se presenta al difunto como una persona que se había caracterizado por luchar contra la corrupción y contra las mafias que actualmente asolan nuestro país, es cierto, pero el hecho de ser una víctima de un crimen execrable y absolutamente condenable no nos impide valorar que sus denuncias siempre tenían un sesgo claramente definido contra Rafael Correa, sus seguidores y su partido, mientras que se hacía la vista gorda con las corruptelas del gobierno del presidente Lasso como en el caso de los Pandora paperso las denuncias de los casos León de Troya o El Gran Padrino en los que están claramente involucrados personajes muy cercanos al mandatario con conexiones con la mafia albanesa. Muchas de sus denuncias carecían de base y sustento, servían más para el escándalo que para una investigación seria.
En torno al hecho del asesinato hay demasiadas cosas oscuras, en primer lugar, las circunstancias del crimen: Villavicencio tenía seguridad de la policía y también seguridad privada, sin embargo, en el momento del crimen le suben a la parte de atrás de una camioneta doble cabina, cierran la puerta y le dejan solo, en ese mismo instante desde el otro lado del vehículo le disparan y le matan; tenía, según datos verificados, siete policías que debían resguardarlo y la pregunta que surge es por qué no estaban rodeando el vehículo para evitar que cualquier posible asesino se acercara. Por otra parte, en la salida por la parte de atrás del lugar donde había estado se había dispuesto un carro blindado y aquí vienen las dos cuestiones: ¿Por qué salió o, mejor, lo sacaron por la parte delantera? ¿Por qué no usaron el carro blindado? Otro dato aún: al supuesto agresor que cogieron infraganti y que estaba herido, en vez de llevarlo a un hospital lo trasladaron a la unidad de flagrancia de la policía, donde, poco tiempo después, muere. ¿Casualidad?
Son demasiadas cuestiones que no han recibido respuestas satisfactorias, no hay duda de que este crimen estaba planificado y que se trata de un asesinato político. Villavicencio había denunciado que estaba amenazado por las mafias, pero la pregunta es quién quiso callarlo. La derecha mediática y política no ha tardado en insinuar que este hecho puede atribuirse al correísmo sin ninguna base ni el más mínimo indicio, aunque es evidente que este hecho no le beneficia en lo absoluto.Lo cierto es que la derecha dispone ahora de un mártir al que ensalzan y magnifican, olvidando que no tenía ninguna posibilidad en las elecciones, ya que estaba cuarto o quinto en todas las encuestas confiables. Al margen de los autores directos e intelectuales del asesinato es igualmente clara la responsabilidad del gobierno por su negligencia y omisión a la hora debrindar una protección mínimamente adecuada al candidato.
Pero el cruel asesinato de Villavicencio no puede hacernos olvidar los realizados contra otros políticos como el alcalde de Manta, Agustín Intriago, que fue víctima junto a una joven deportista Estefanía Chancay o el candidato a la Asamblea Nacional de Esmeraldas, Ríder Sánchez, unidos a otros muchos cargos públicos que han sido víctimas de asesinatos, atentados, extorsiones o secuestros y a los miles de ciudadanos y ciudadanas anónimos que han sufrido los mismos hechos y que, por carecer de relevancia social, son olvidados rápidamente y apenas merecen un breve momento de recuerdo en la crónica roja de los noticieros. Tampoco podemos olvidar las personas asesinadas en las cárceles.
En Ecuador hay algunas mafias y grupos delincuenciales organizados que se conocen con los nombres de los Choneros, Tiguerones, Lobos, etc. El sicariato y las bandas organizadas ligadas al narco tráfico son auténticos grupos terroristas que gozan de casi una total impunidad. Estas mafias locales se relacionan con los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (ambos de México), pero casi siempre se olvidan de la mafia albanesa que es la que trafica la droga en Europa.
Hay que tener en cuenta que en 2017 Ecuador era el segundo país más seguro de Latinoamérica con 5,6 muertes violentas por cada 100.000 habitantes y en los actuales momentos estamos a punto de llegar a 40 por cada 100.000. ¿Cómo hemos podido llegar a esto?
La respuesta es clara por la dejación, indiferencia, incapacidad y complicidad del Estado. En los últimos 6 años el Estado, período de los gobiernos de Moreno y Lasso, ha dejado de lado sus responsabilidades de dar seguridad a la ciudadanía, las propias fuerzas del orden y la justicia están contaminadas de corrupción por el narcotráfico, el lavado de dinero, según algunas estimaciones conservadoras, llega a 3.000 millones de dólares al año y esto es un buen negocio para los bancos. Algunos consideramos que ya somos un narco estado, como lo ha sido la vecina Colombia y, en consecuencia, un estado fallido.
La crisis ecuatoriana, además de la violencia e inseguridad, tiene otros síntomas en la política, la economía, en lo social incluyendo la falta de salud y educación y también los abusos contra la casa común y la ecología. Estamos a puertas de unas elecciones para elegir al presidente y vicepresidente de la república y al poder legislativo en la Asamblea Nacional, pero en los actuales momentos en el pueblo hay muchas más dudas que certezas y esperanzas.
Tenemos unos políticos que se miran el ombligo a sí mismos, que pronuncian autocomplacientes monólogos y son incapaces de escuchar los clamores y angustias del pueblo y peor de poder dialogar y escucharse entre sí para llegar a acuerdos para construir el bien común. Igualmente estamos padeciendo de un tribalismo político, donde cada sector, partido, grupo económico o social sólo busca sus propios intereses y acceder al poder para dominar al resto en vez de servir. Nuestra sociedad está fragmentada en posiciones muchas veces irreconciliables. Carecemos de un proyecto político auténticamente nacional, donde no haya excluidos ni descartados, como nos recuerda permanentemente el papa Francisco. También tenemos una crisis de verdad, porque la propaganda y las redes buscan manipular la conciencia ciudadana. Todo este contexto hace que nuestra frágil democracia sea prácticamente inexistente, apenas una sombra de lo que debe ser el servicio al pueblo: “el que quiera ser el primero que sea vuestro servidor” (Mateo, 20,26)
En esta coyuntura debemos preguntarnos ¿qué postura debemos asumir los cristianos, como seguidores de Cristo? No podemos sumirnos en la indiferencia ante estos hechos dolorosos ni rechazar la acción política sin más, porque “es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común” (papa Francisco, Fratelli tutti 180).Es fundamental construir caminos para la paz, el diálogo y la fraternidad donde se promuevan valores fundamentales de la democracia como la tolerancia, la libertad, la participación y el bien común.
Nuestra referencia es el mensaje del Reino de Dios que es reino de vida, verdad, justicia, paz, gracia y amor. El encuentro con el Señor nos debe ayudar a encontrarnos como hermanos, hijos de un mismo Padre y animados por el Espíritu.
En este contexto inédito en la historia reciente de nuestro país recogemos las palabras del papa: “Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, recuerdo que la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo” (Fratelli tutti, 178).
Recordamos, nos unimos y asumimos las palabras del papa Francisco en las recientes jornadas con la juventud en Portugal y que son una llamada para la acción: “Ecuador, levántate y camina sin miedo”.
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