Los meses de verano recibimos en las delegaciones de Misiones visitas de misioneros y misioneras que viene de vacaciones y pasan a saludarnos y a compartir cómo están viviendo la Misión: las alegrías, las dificultades.
Este mes ha visitado la delegación de Bilbao Isabel Santos, religiosa salesiana de Barakaldo que lleva 50 años como misionera en la Amazonía venezolana, viviendo a orillas del río Orinoco, al lado de los más pobres. Con 30 años, partió hacia a ese país que le ha robado el corazón desde entonces.
50 años de misionera
A sus 80 años, Isabel es la directora de la Misión. Dirige una escuela en la que hay 230 alumnos y alumnas, 50 de ellos internos. “El objetivo de la escuela y el internado es educar para la vida y el trabajo.” nos contaba. Intentan dar un futuro mejor a los chicos y chicas que reciben educación en el centro.
La escuela cuenta con el apoyo de UNICEF para el salario del profesorado y con envío de parte de la comida pero están teniendo dificultades para que la comida llegue hasta la escuela. En situaciones de tanta pobreza y precariedad, “incluso llegando a morir de hambre”, –expresaba Isabel con mucho dolor- aparece la corrupción y la comida no está llegando a su destino”.
La situación en Venezuela es crítica y más en la zona amazónica. Entre el COVID 19 y la situación política, económica y social del país, están pasando por un momento muy delicado. Además, recientemente han vivido unas inundaciones y esto ha deteriorado aún más la situación de la gente.
Isabel lleva ya unas semanas por aquí y le hemos preguntado cómo ve nuestra sociedad. Nos comenta que es consciente de que aquí también hay muchos problemas. También que le llama la atención la situación de los jóvenes: “Las redes sociales están bien pero a veces los condicionan mucho y los aisla”, y añadió: “Pienso que los adultos deben acercarse mucho más a los jóvenes porque cuando conocen el mensaje de Jesús, se enganchan”.
En cuanto a la Iglesia, aquí nos comenta que ha tenido diferentes experiencias estos días. En una ocasión, en una celebración sintió que había mucha frialdad en la eucaristía, en comparación con las de su comunidad en Venezuela. Le pareció que el sacerdote, en lugar de animar les “echaba la bronca”. Pero en otra parroquia le gustó mucho como se partió de la realidad de la gente para hacer la reflexión.
Esperamos que Isabel descanse y vuelva con energías renovadas a la misión.
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