Begoña Díez es médica y profesora de microbiología en la Facultad de Medicina de la UPV/EHU. Desde su compromiso por mejorar la vida de las personas con menos oportunidades y recursos, ha viajado a varios países para ofrecer su larga experiencia en el campo de la medicina. En mayo de 2017 viajó a la R.D. del Congo para desarrollar un proyecto para la detección de la tuberculosis por medio de unas pruebas de laboratorio. Este proyecto se concretó con Misiones Diocesanas Vascas y se llevó a cabo en el hospital que las Carmelitas Misioneras dirigen en la zona de Bunkeya, localidad situada al Sur del país.
Desde entonces, Begoña ha seguido colaborando con el hospital de Bunkeya prestando asistencia técnica para el diagnóstico microbiológico en el Hospital. En este artículo relata el último viaje realizado a R.D del Congo para colaborar en este hospital desde la preocupación por la situación provocada por la COVID 19.
Septiembre de 2021, de nuevo camino de Bunkeya esta vez cargada de test de antígenos para la detección de la Covid- 19. Expectante y preocupada por la nueva situación que golpea al mundo y que añade a África un plus a sus múltiples problemas de salud.
A la llegada al aeropuerto de Lubumbashi, nos hacen la PCR, en medio de un vaivén de personas con mascarillas y de pasajeros procedentes de China, vestidos con equipos de protección individual (EPI).
La pandemia llegó a la RDC el 10 de marzo de 2020. Los primeros casos confirmados provenían de personas llegadas del exterior. Se cerraron escuelas, bares, restaurantes y lugares de culto, y poco después, el 19 de marzo, el presidente Félix Tshisekedi anunció la suspensión de los vuelos. El 24 de marzo, impuso un estado de emergencia y cerró las fronteras.
Cuando llegué al hospital de Bunkeya acaban de salir de su tercera ola, debida a la variante delta. En el pueblo, muy pocas personan llevaban mascarilla, y eso, a la africana (debajo de la barbilla). En el laboratorio habilitaron un espacio para los test de antígenos, si bien no fue utilizado durante mi estancia. Si había Sars COV-2, convivía con la población en silencio.
Por ahora, según datos recogidos por la agencia Reuters, después de sufrir su 4ª ola por ómicron en el mes de enero del 2022, en la República Democrática del Congo, la pandemia ha afectado a 85.837 casos y 1.335 muertes. En España, con poco más de la mitad de la población que RDC después de nuestra sexta ola, los datos recogidos por la Universidad Johns Hopkins, indican casi 11 millones de casos y 100.000 fallecimientos.
Aunque es factible que la estimación de los casos en la RDC esté por debajo de la realidad, es cierto que la pandemia no ha impactado de la misma manera en África que en el resto de los continentes. Datos demográficos como la densidad de población (muy baja), la baja esperanza de vida (65 años) o la exposición previa a otros coronavirus permiten explicar estas diferencias.
No es de extrañar por tanto que la Covid-19 estuviera en un puesto muy alejado de sus principales preocupaciones, en materia de salud. No obstante, cabe señalar que la pandemia ha tenido un coste muy elevado para el control de las enfermedades infecciosas. Enfermedades clásicas, como malaria, tuberculosis y Sida que estaban mantenidas bajo control, han repuntado. Nunca hemos hecho tantos diagnósticos de malaria en Bunkeya diarios como en este último viaje.
El cierre de las fronteras y de la actividad humana ha paralizado la producción, el transporte y la distribución de los medicamentos habituales. La vigilancia de las enfermedades infecciosas se ha detenido para concentrar los esfuerzos en la detección de la COVID-19. El laboratorio de referencia de enfermedades infecciosas de Lubumbashi, que visité para resolver algunos temas de nuestro laboratorio, se encontraba en obras, prácticamente desmantelado y la actividad redirigida a realizar PCRs para la detección del Sars COV-2.
¿Que ocurrirá en el futuro?
La evolución de la pandemia, aunque positiva, no excluye la posibilidad de la aparición de nuevas variantes del coronavirus, particularmente en aquellos países donde la vacunación es baja. Como ejemplo tenemos el país vecino de Sudáfrica, donde se originó la última variante, en donde la mortalidad por coronavirus alcanza 98.000, en una población de 60 millones de habitantes. La República Democrática del Congo tiene una tasa de vacunación del 0,75% una de las más bajas del mundo.
La vacunación debe llegar a África, pero a todas luces donar las vacunas no es una intervención eficaz, si no se aborda desde el conjunto de acciones encaminadas a mejorar y a mantener la salud de la población. Para que la población africana colabore con la vacunación, el medio es recuperar y mejorar la vigilancia de las enfermedades infecciosas y fortalecer las estructuras sanitarias, educativas y políticas.
Lo que me ha impactado en este último viaje ha sido observar que la población era aún más pobre, si cabe, y que la educación infantil había perdido un año. En estos tiempos en los que nos vemos involucrados en nueva guerra cercana, no debemos olvidar el apoyo a África. Cada nueva sacudida que se produce en el mundo, sea del tipo que se sea, África retrocede años en su desarrollo. INFO
Nekane García, misionera carmelita y directora del hospital de Bunkeya con Begoña Diez
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