Llegan noticias preocupantes desde Etiopía, país en el que se encuentra el misionero de Bizkaia, Ramón Díaz –Guardamino.
La guerra avanza hacia la capital Adís Abeba. Los enfrentamientos alcanzan dos ciudades de la región de Amhara a 380 km de la capital. Las ONGs presentes en la zona hacían un llamamiento urgente para promover la acción diplomática que imponga un alto el fuego inmediato entre los rebeldes de Tigray y el gobierno etíope.
El gobierno etíope pedía a los residentes de la capital que tomaran las armas para defender la capital en caso de ataque. Desde noviembre del año pasado no se han detenido los enfrentamientos entre el gobierno central y las milicias del partido en el poder en la región de Tigray, en el norte del país. Esta zona limítrofe con Eritrea y las regiones vecinas han sido un campo de batalla, en la que los enfrentamientos se han intensificado en los últimos días con ataques aéreos en varias ciudades, incluidas Mekelle y Adwa. La región ha estado aislada durante meses, con restricciones a los suministros básicos a través del único corredor humanitario disponible.
Los datos de la ONU indican que 5,2 millones de personas necesitan asistencia, de las que más de 400.000 se encuentran en condiciones de hambruna. Se estima que en la semana del 7 al 13 de octubre solo el 1% de la población civil en las zonas de conflicto tuvo acceso a ayuda alimentaria. La población de Tigray apenas suma el 6% de la población total del país, y el Frente de Liberación Popular de Tigray, el partido que domina la región y que lidera la rebelión, gobernó Etiopía de 1991 a 2018.
Ramón Díaz-Guardamino, ejerce su labor en el Vicariato de Harar, en la zona este de Etiopía, cerca de Somalia. Desde allí cuenta que “la situación es tranquila; eso no ha cambiado en el último año, pues la guerra no ha afectado directamente a la región somalí. En cambio sí se nota que la economía va peor, por la guerra, y están subiendo mucho los precios de los productos básicos, lo cual a la gente pobre le afecta mucho. También existen familias en las que el padre es soldado y llevan casi un año sin saber de él.
Por otra parte, en estos días he hablado con personas que viven en Adís Abeba, y la situación no ha cambiado con el estado de emergencia, por lo que han podido ver. Esto no significa que no vaya a cambiar; de hecho aquí es frecuente que las cosas cambien drásticamente de un día para otro. Estamos en manos de Dios. Esperemos que la situación mejore, pero tampoco hay elementos que lo hagan suponer y, si los rebeldes siguen aproximándose a la capital, va a ser un problema grande para todo el país. Recen por Etiopía”.
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