En recuerdo a Jose Luis Querejazu Lahora (1947-2021) fallecido hace unos meses, al que su compañero José Mª Izaga, recuerda a través de las siguientes líneas:
La despedida de José Luis me ha hecho refrescar los últimos tiempos de mi estancia en África, removiendo lo que estaba en el fondo de mi corazón… y no se olvida… de sencillez, generosidad, cercanía. África me enseño a disfrutar con cosas pequeñas… los pequeños detalles de una acogida con una sonrisa sincera y un apretón de manos auténtico.
África me hizo experimentar la injustica con los que nada tienen, me liberó de muchos reclamos consumistas y me hizo contemplar la belleza de las puestas de sol al atardecer y la claridad de la luna al anochecer… África me enseñó a vivir feliz!!! Pero en África el proceso humano de encarnación e inculturación no fue nada fácil para nosotros, porque cuestionaba nuestro estilo de vida, rompía algunos esquemas mentales y finalmente nos hacía dudar qué camino teníamos que escoger.
¿No sería el paso del “hombre viejo al hombre nuevo” lo que nos desconcertaba…? y los pobres, los nativos africanos nos lo enseñaban. Veíamos la necesidad de abandonar algunas costumbres, rutinas, criterios y valores que eran los que constituían nuestra personalidad. Por eso, al pasar los años observamos que en los primeros años nosotros hablábamos mucho, nos sentíamos seguros de nuestra educación, pero luego… luego les escuchábamos más a ellos, porque habíamos descubierto, en el vivir con ellos, lo que no habíamos aprendido en nuestra tierra… Para este camino difícil el texto de Filipenses 2, 6-11 nos ayudaba a ser seguidores de Jesús en SU CAMINO.
El contacto con aquellos cristianos sencillos, nos iba descubriendo las maravillas que Dios hacía entre nosotros. El hambre de la Palabra de Dios proclamada en grupos al mismo tiempo que iluminaba su fe tradicional, hacía también madurar nuestra débil fe. Y en el silencio de la oración descubríamos la presencia silenciosa y liberadora de Dios Padre.
Después de unos años en Vitoria, al frente de la procura de Misiones Diocesanas Vascas, José Luis llega a Angola. Eran horas difíciles; los días malos de Angola, después de la proclamada independencia del colonialismo portugués. Eran las luchas fratricidas entre tribus y etnias distintas y, en consecuencia, hambre y miseria en el pueblo que ya lo considerábamos un poco nuestro. Empezaron a aparecer también, entre los angolanos, los primeros síntomas de agresividad y rechazo a todo lo extranjero.
Nos habíamos refugiado en Namibe por la inseguridad y la guerra. Y el recién llegado se hizo cargo de la parroquia de Santo Adrian en la ciudad de Namibe y de los centros de evangelización y lugares de culto más cercanos.
José Luis no descansaba, visitaba lugares, catequesis, familias: bautizos de adultos y niños, confirmaciones y muchas horas oyendo confesiones… Reuniones con el consejo parroquial, grupos de Legión de María, reuniones con los catequistas… celebraba la Eucaristía y los demás sacramentos al aire libre en un patio abierto…
En vacaciones y fines de semana José Luis era feliz con el grupo numerosos de pre-seminaristas desplazados de nuestras misiones de Quilengues y Lukondo. Eran sus paseos al mar, anzuelos para pescar y cerillas para hacer fuego y a esperar los primeros peces para cocinarlos con arroz…
Uno de los pre-seminaristas, del grupo que José Luis orientaba, era Joaquim Nyanganga, que pertenecía a la misión de Lukondo. En una de mis últimas visitas a la residencia sacerdotal de Vitoria donde vivía José Luis ya enfermo, le llevé la tablet con la grabación de la ceremonia de consagración del nuevo obispo de Uige, era D. Joaquim Nyanganga.
José Mª Izaga
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