La pasada semana falleció el presbítero Patxi Loidi, en San Salvador, El Salvador. Además de las celebraciones han tenido ya lugar allí tras su muerte, hoy martes, a las 19:00 h., la parroquia de San Ignacio, de Bilbao, acogerá una Eucaristía en su memoria.
A continuación publicamos un texto homenaje a Loidi que escribe Carlos Beorlegui (*), en el describe a Loidi como «un referente en nuestro entorno de una honda espiritualidad, centrada en una pedagogía seria y profunda de la oración y el discernimiento espiritual». Beorlegi también destaca su influencia en el compromiso social y político «trabajando dentro de actividades sindicales en sus años de profesor en diversos colegios de enseñanza media, e impulsando a sus compañeros de institución a unir el trabajo profesional con el sindical y político».
PATXI LOIDI (Orio, 1929-San Salvador, 2020)
Patxi Loidi nació en Orio (Guipúzkoa), el 9 de octubre de 2020, en una familia de honda tradición y experiencia religiosa, y de muy joven entró en el seminario de los HH. Maristas. Tras recorrer las diferentes etapas de formación, empezó su tarea de educador de jóvenes en el colegio de los maristas de Pamplona, donde tuvo una gran influencia entre los jóvenes no sólo en el terreno académico sino también pastoral, siendo un dinamizador de las actividades extra-escolares a través de lo que se llamaba el Movimiento Iunior, algo similar a los Scouts.
Con la llegada de los impulsos de renovación dentro de la Iglesia, a partir del Concilio Vaticano II, Patxi, con permiso de sus superiores, se unió al Movimiento por un Mundo Mejor, fundado en Italia por el P. Lombardi, que estaba constituido por un amplio grupo de personas que se esforzaron por extender las ideas renovadoras del Concilio. Fueron unos años especiales para Patxi, en los que recorrió toda España dando charlas junto con otros compañeros, y sirvieron también para impulsarle a iniciar nuevas fórmulas de vivir su vocación religiosa.
Tras dejar el Mundo Mejor, no volvió al ejercicio de la enseñanza en los colegios de los maristas, sino que consiguió el permiso de sus superiores para vivir fuera de una comunidad religiosa e iniciar un movimiento de jóvenes que vivieran la fe comprometidos con los problemas de su mundo. Esta nueva etapa de su vida la inició en Bilbao, viviendo en un piso de la calle Larraskitu, con algunos jóvenes que habían sido alumnos suyos en el colegio marista de Pamplona, y que comenzaron, con otros jóvenes bilbaínos, a iniciar un estilo de vida cristiana basada en dos pilares: el crecimiento en la experiencia de Dios y el compromiso social y político. Fueron años difíciles, tanto en el ámbito religioso como político, luchando por renovar el modo de vivir la fe en una Iglesia reacia a transformarse, y comprometiéndose políticamente en los momentos difíciles del final del franquismo y de los inicios del terrorismo de ETA.
A comienzos de los años setenta, al mismo tiempo que continuaba con la tarea de formar grupos de personas, jóvenes y adultos, que trataran de vivir la fe desde la síntesis de una profunda espiritualidad y un compromiso valiente y concreto por los más empobrecidos de la sociedad, se convirtió en el líder y aglutinante de un grupo de compañeros maristas, que iniciaron desde Bilbao un proceso que pretendía renovar a institución, siguiendo las directrices del Vaticano II. Tras un primer año de reuniones privadas, el grupo consiguió de los superiores autorización para realizar una prueba de ese estilo de vida en el barrio de San Ignacio de Bilbao.
Tras unos años de impulsar esta nueva experiencia, llena de hondura espiritual, comunitaria y de compromiso social, desde la institución marista consideraron que el tiempo de prueba era suficiente, y obligaron al grupo a elegir entre reintegrarse a la institución o formar otra cosa diferente. Tras un tiempo de profundo discernimiento, el grupo optó mayoritariamente por conformar una nueva institución, dando lugar a la Sociedad de Vida Apostólica “Fe y Justicia”, de la que fue elegido Superior. Pero la idea que Patxi perseguía no se limitaba a la formación de un grupo religioso, con votos (en este caso, privados), sino que pretendía un objetivo más ambicioso: dar cuerpo a una institución que, siendo laical, comprendiera tanto vocaciones laicas disponibles (con votos privados, y vida comunitaria), como vocaciones laicas seglares. Así es como nació la Asociación de fieles Acción Solidaria, dentro de la cual se integró la SVA Fe y Justicia.
Lo específico del espíritu del grupo era vivir la fe en Jesús uniendo firmemente la experiencia de Dios, a través de la oración personal, como también el compromiso por la solidaridad y la justicia, entendiendo el amor al prójimo en clave estructural y política, a través de la mediación del compromiso social y político.
No cabe duda de que Patxi Loidi ha sido un referente en nuestro entorno de una honda espiritualidad, centrada en una pedagogía seria y profunda de la oración y el discernimiento espiritual, como muchas personas, entre ellas varios sacerdotes de la diócesis, pudieron experimentar en sus vidas. Esta labor de acompañante espiritual se plasmó también en multitud de oraciones poéticas que han servido de material de oración de muchas personas, tanto dentro de Acción Solidaria como fuera de ella. Ahí están sus muchos libros, como Sal y Luz, Desierto, Exodo, Mar adentro, Gritos y plegarias, etc. Igualmente, la influencia de sus comentarios evangélicos ha sido grande, tanto a través de libros, como en diversas redes de internet.
Al mismo tiempo, fue muy importante su influencia en el compromiso social y político, trabajando dentro de actividades sindicales en sus años de profesor en diversos colegios de enseñanza media, e impulsando a sus compañeros de institución a unir el trabajo profesional con el sindical y político. No cabe duda de que Patxi ha sido un pionero en el empeño de hacer de los cristianos ciudadanos comprometidos en el mundo de lo político, siendo para muchos un referente ideológico y personal.
Cuando en un momento de la historia de la SVA Fe y Justicia se decidió expandirse por el denominado Tercer Mundo (Perú, Filipinas y El Salvador), y tras un largo discernimiento sobre la posibilidad o no de que algunos de sus miembros pudieran ordenarse de sacerdotes, dentro del impulso sentido de ubicarse personalmente en Latinoamérica se sintió también llamado al sacerdocio, cuando ya había cumplido los 70 años. A partir de entonces, su presencia fue más constante en Perú y El Salvador que en nuestro entorno bilbaíno.
En sus últimos años, sintiendo que las fuerzas y la salud le iban fallando, era consciente de que le resultaría difícil volver a España, y que terminaría su vida en tierras americanas, más en concreto en El Salvador, puesto que ya se le hacía costoso viajar a Perú. Así es como, tras tener una fuerte caída y ser diagnosticado en el hospital de coronavirus, aunque parecía que lo iba a superar, falleció en el atardecer el 14 de octubre, cinco días después de haber cumplido sus 91 años.
No cabe duda de que con Patxi se nos ha ido una persona carismática, alguien a quien nos costará olvidar, puesto que ha sido nuestro referente tanto en experiencia de Dios y de Jesús, como en impulso de luchar por una sociedad más justa y solidaria, donde los más desfavorecidos puedan ser tratados como personas dignas, como hermanos de todos.
Descanse en paz, y que desde el seno de Dios nos siga iluminando y empujando.
Carlos Beorlegui (*)
Doctor en Filosofía y licenciado en Teología por la Universidad de Deusto (UD), catedrático emérito de Filosofía en la UD y profesor invitado de la UCA José Simeón Cañas (San Salvador).
Ha sido profesor de Antropología filosófica, Historia de la filosofía española y latinoamericana, Filosofía de la mente y El hecho religioso.
Sor piedad Guzmán Gómez dice
Me uno a la Acción de Gracias a Dios por su vida y Misión, segura de que goza ya eternamente en el Señor en el cielo, y desde allí intercare por las Misiones y por cada uno de nosotros.
D E P . gracias por todo.
Misiones Diocesanas Vascas - Vitoria dice
Muchas gracias, Sor Piedad, por tus palabras de animo.