BRASIL:
65 obispos brasileños alzan su voz por la región amazónica. Los obispos de la región expresan su preocupación por el avance del covid-19 en la Amazonia, donde la enfermedad se está extendiendo cada vez más. La tasa de mortalidad en la región amazónica es una de las más altas de Brasil y ya está teniendo lugar el colapso de los sistemas de salud en las principales ciudades, como Manaus y Belém. Las estadísticas proporcionadas por los medios no se corresponden con la realidad, denuncian, dado que muchas personas con síntomas obvios de la enfermedad mueren en el hogar sin asistencia médica y sin acceso a un hospital.
“La región”, explica la nota, “tiene la proporción más baja de hospitales en el país, con baja y alta complejidad (solo 10%). Grandes áreas del territorio amazónico no cuentan con camas de UCI y solo unos pocos municipios cumplen con los requisitos mínimos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en número de camas y UCI por habitante (10 camas de UCI por cada 100 mil usuarios)”. La crisis no sólo afecta a los pueblos indígenas, también las poblaciones urbanas de los núcleos de población amazónicos están expuestas. En las periferias de estos núcleos hay falta de saneamiento básico, vivienda digna, alimentos y empleo. Son migrantes, refugiados, pueblos indígenas urbanos, trabajadores industriales, trabajadores domésticos, personas que viven del trabajo informal.
La situación no sólo afecta a las personas. Según denuncian estos 65 obispos, la minería y la deforestación para el monocultivo de soja y la cría de ganado para la exportación han aumentado de manera alarmante en los últimos años, pero se han agudizado con la crisis sanitaria: “según el sistema Deter-B, desarrollado por el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), la deforestación en la selva amazónica creció un 29,9% en marzo de 2020, en comparación con el mismo mes del año pasado. Contribuyó a este crecimiento, la notable reducción de las inspecciones y el continuo discurso político del gobierno federal contra la protección del medio ambiente y las áreas indígenas protegidas por la Constitución Federal”.
Por eso piden que se salven las vidas humanas, que se rechacen “discursos que descalifiquen y desacrediten la efectividad de las estrategias científicas”, que se adopten “medidas restrictivas para la entrada de personas en todos los territorios indígenas, debido al riesgo de transmisión del nuevo coronavirus”, proporcionar equipo de protección para las personas, proteger a los profesionales de la salud que trabajan en primera línea, garantizar la seguridad alimentaria de estos pueblos y fortalecer las medidas de inspección contra la deforestación y la minería.
PERÚ
Con el cierre de negocios, empresas y el aislamiento, jóvenes de las etnias awajún y wampís vuelven hacia la selva, como pueden, la mayoría caminando, casi sin nada. La Red Eclesial Panamazónica recogía en su página web lo que está ocurriendo y los testimonios de quienes están ayudando a estos caminantes. .
El director de la Red de Salud de Condorcanqui, Carlos Coronel, daba el lunes la noticia de que en la localidad había los tres primeros casos de covid-19. Se trata de tres jóvenes awajún, que se han estado desplazando durante días Chiclayo y Lima para volver a sus comunidades.
La realidad “de los que vuelven” la relataban dos sacerdotes, Dennys Gonzáles o Iván Pinedo, que han estado saliendo al encuentro de la gente para ayudarles. Aunque muchos ya han llegado a los “ríos”, todavía hay personas que intentan volver recorriendo el asfalto de Pucará, el distrito que sirve de paso hacia varios destinos como Jaén, San Ignacio, Bagua, Chota o Cutervo. El padre Dennys Gonzáles, cuenta que hace unos días por Pucará “pasó una joven madre con dos gemelitos en sus brazos. Tenían apenas una o dos semanas de nacios”.
Solidaridad con los caminantes
Hace una semana, ante la avalancha de caminantes en durísimas condiciones, la parroquia de Pucará se organizó para afrontar la situación. A pie de carretera, se han repartido durante varios días entre 400 a 500 cenas diarias. A niños, jóvenes que llegaban con ampollas en sus pies tras muchas horas de recorrido, e incluso madres gestantes. “Algunos llevaban casi 15 días de camino, venían desde Lima”, cuenta el sacerdote. Hace dos días llegó hasta Hualapampa, donde encontró gente sin comer y que, además, eran humillados. “Por temor al contagio los vecinos de la zona no les daban ni un vaso de agua”, explica este párroco del Vicariato Apostólico de Jaén, “pero nosotros como Iglesia estamos llamados a acompañar en las situaciones más difíciles”.
El padre Dennys tiene claro que esta huida, este éxodo, es una lucha por la vida y que, aunque inevitablemente se estará propagando el virus hacia otros pueblos, ahora es el siguiente problema que toca enfrentar, asumir. “A veces es lamentable que la policía les detenga sin ningún plan estratégico para evitar el contagio; si no hay un plan no hay motivo de detención”, considera, “si aquí en Pucará se hubiera cerrado todo hoy día tendríamos en el control unas 3.000 a 4.000 personas”.
Más adelante en ese camino, en Jaén, los sacerdotes también se han echado, literalmente, a la carretera. Con el padre Iván Pinedo a la cabeza, y con la ayuda de dos voluntarios de la parroquia, han transitado hasta los controles de Chamaya y Corral Quemado. En el primer punto, contaban a la REPAM, el pase era más rápido y efectivo pero a las puertas de Bagua, en algunos días la concentración de caminantes preocupaba. Las noches de lluvia han sido las más duras. “Hubiera sido conveniente la instalación de carpas, porque la gente ha descansado a pie de carretera, y el viernes y el sábado llovió, lo único que podía hacer la policía era ayudar a las madres con hijos y tratar de protegerlos en un lugar cercano donde se apila madera”, explica este sacerdote.
El Vicariato Apostólico de Jaén, puerta a las selvas del Amazonas, se ha volcado en una cruzada solidaria. Este vicariato, con Mons. Alfredo Vizcarra, su obispo a la cabeza, se ha organizado en equipos, tanto para sensibilizar a la población como lograr donaciones que se hacen llegar, organizadas en “canastas” a quienes más lo necesitan. “Las actividades habituales del Vicariato se han detenido y todos estamos remando a una sola voz”, cuenta a la REPAM Sonia Pastor, responsable de la Pastoral Social. Ya se han repartido más de 2.250 canastas, sólo en la zona de Jaén, a la población vulnerable tanto campesina como urbana. Los empresarios arroceros han tenido una excelente respuesta, ahora el inconveniente viene por tratar de obtener otro tipo de productos que permitan acompañar ese arroz. No faltan, por supuesto, los implementos de seguridad. “También hay una comisión de comedor popular que todos los días da entre 300 a 400 almuerzos, algunos pagan un sol, algunos no pagan anda”, informa Pastor. En cuanto a quienes están volviendo a la selva, “todos caminan sin control, sin prueba rápida, muchos se van por los cerros para no ser detectados…”, cuenta. Muchos caminantes ya llegaron a su destino y, con ellos, la enfermedad
Fuente OMPRESS
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