Manu Basanta es laico liberado para la pastoral en la diócesis de Bilbao como responsable de juventud y familia. Misionero en Palenque, provincia de Los Ríos en Ecuador de 2011 a 2013. Le hemos pedido esta reflexión que nos ayuda a enriquecer el contenido del lema de la campaña de este año.
Es la frase utilizada por Jesús para la llamada a los primeros discípulos, aquellos pescadores del mar de Galilea. A Leví le dice “Sígueme” (Mc 2, 14), y cuando crea el grupo de los doce, el evangelio dice que lo hace “para que estuvieran con él” (Mc 3, 14).
La identificación con Jesús es condición básica para la misión, en ella nos convertimos en mensajeros de Buena Noticia, pero al igual que él, al mismo tiempo en mensaje, en presencia activa de dicha Buena Noticia, en presencia activa de Jesús.
La misión no es nuestra, sino de Jesús, y por extensión de Dios: “Como mi Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20, 21).
Si la identificación con Jesús es profunda y verdadera, la misión no se trata de un paseo por el mundo, de una excursión solidaria o de una sucesión de actos de caridad.
La misión es integral, exige la vida, una vida que paradójicamente al ser entregada se multiplica. Ya aprendimos del grano de mostaza, o de los panes y los peces, que en el Reino de Dios lo que parece poca cosa, se convierte en mucho más que suficiente.
Identificarse con Jesús es dedicar la vida a las personas empobrecidas; los sinópticos y Juan muestran la disputa constante con las autoridades que les dejan fuera de los márgenes del sistema.
Identificarse es preocuparse por la justicia como recalca Lucas, por la desigualdad que señala el Magnificat.
Es la claridad de las Bienaventuranzas.
Identificarse con Jesús es anunciar el Reino de Dios a los nadies de los que hablaba Galeano, pero testimoniándolo. Jesús quiere vida para quienes el mundo ignora su existencia y sus derechos, condenándoles a la miseria y la muerte.
La misión es vida porque trae una Buena Nueva de liberación de las opresiones, de recuperación de dignidad arrebatada, de reconquista de autoestima pisoteada.
Jesús antepone un criterio ético a lo que venían haciendo los sabios de Israel: la relación con Dios pasa por la relación con las personas, no hay manera de amar verdaderamente a Dios que no sea amar al otro.
El Reino de Dios es la culminación del amor, y la misión es poner la vida a su servicio.
Esto debería interpelarnos.
Deja una respuesta