Walter Coronel es un sacerdote ecuatoriano de 35 años. Ordenado presbítero en 2006, está incardinado en la diócesis de Portoviejo. Trabajó durante 3 años junto a las comunidades quichuas, en el Vicariato Apostólico del Napo, situado en la región amazónica de Ecuador. Actualmente trabaja en la Arquidiócesis de Portoviejo especialmente en la comisión de proyectos para la reconstrucción tras el terremoto del pasado mes de abril.
Walter Coronel acompañó al obispo de Bilbao, Mons. Mario Iceta, en su viaje a Ecuador el pasado mes de septiembre. Llegará mañana a Bilbao y, a lo largo de esta semana, visitará las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Viene al País Vasco para agradecer la solidaridad de nuestras Diócesis e informar de los proyectos que se están llevando a cabo con la ayuda recibida.
Durante su estancia aprovecharemos para hablar con él y preguntarle sobre la actualidad de dichos proyectos. Como adelanto, por su actualidad e interés, reproducimos una entrevista con él, publicada en el número 255 de la revista los Ríos (octubre 2016):
Han pasado ya 6 meses desde el terremoto, ¿cómo están viviendo este momento?
W: Queremos levantarnos, no queremos quedarnos caídos. Queremos ayudar a nuestra gente a reconstruir, no sólo con ladrillos y cemento sino a normalizar sus vidas. Queremos sentirnos unidos a quienes han perdido seres queridos, sufren a causa de familiares heridos o han perdido sus casas.
Cada mes, el día 16, se están realizando diferentes gestos que culminan con una Celebración Eucarística. Estas acciones, no son únicamente para recordar el dolor que nos ha dejado este terremoto con muerte, heridos y destrucción; sino sobre todo para recordar a nuestra gente, que “el Señor no está lejos de su pueblo», que en todo momento, incluso en los más difíciles y de oscuridad, Él permanece, no abandona a ninguno. Como Dios de la vida, Él, en medio de la muerte y destrucción, quiere que sigamos adelante con nuestra vida que es en definitiva Don Suyo.
En número anterior de la revista, publicamos algunos testimonios que reflejan precisamente esa confianza en que van a salir adelante, que Dios está siempre. Con el terremoto, la solidaridad del pueblo ecuatoriano se puso en marcha rápidamente, también desde otros puntos del planeta.
W: Después del terremoto y a pesar del dolor que ha provocado esta catástrofe en nuestra gente y en nuestra Iglesia, hemos experimentado muchas muestras de solidaridad y de cercanía, tanto del exterior como d nuestros connacionales. Nunca nos hemos sentido solos. Pero los pasos iniciales de la emergencia deben continuar. Queremos, junto a la sociedad civil, comenzar a reconstruir sus viviendas, primero ayudando a nuestra gente, de forma preferencial a los más pobres y excluidos.
Las diócesis vascas, a través de Misiones diocesanas y Cáritas, hemos unido esfuerzos para apoyar ¿cómo van canalizando esa solidaridad?
W: Ha sido de gran ayuda para el proyecto de casas para los campesinos y para la construcción del Templo parroquial en Jama. No queremos descuidar la reconstrucción de nuestros templos y estructuras de servicio pastoral que en tantos de nuestros pueblos son lugares de referencia social y comunitaria.
Una mujer campesina de Quiroga, un recinto rural del Cantón Calceta, que ha perdido la mitad de su casa por el terremoto nos decía: «No se olviden de construir la Casa de Dios, háganla bonita, porque si Dios no tiene casa a donde nosotros poderlo visitar, nos sentimos abandonados». Increíblemente en medio de un mundo que parece «alérgico a Dios», nos encontramos con testimonios de nuestra gente sencilla que en medio de su dolor y pobreza busca contactarse, encontrarse con el Señor.
La diócesis de Portoviejo y las diócesis vascas mantienen una relación fraterna tejida desde hace casi 50 años. Desde los primeros momentos nos hemos sentido muy unidas y conmovidas
Las palabras resultan tan cortas para poder expresar la inmensa gratitud que tenemos por esta unión fraterna. Han querido compartir el «Regalo de la Fe» enviando misioneros y misioneras para anunciarnos la Buena Nueva de Jesús. Las iniciativas de evangelización y de impacto social, promoviendo el desarrollo de nuestro pueblo y de otras regiones de nuestra patria multiétnica y pluricultural).
Queremos darles las gracias por toda la ayuda brindada. Es signo de real comunión, y de verdadera amistad. Honestamente no puedo imaginar el bien que hemos hecho y continuamos haciendo, si no fuera, en gran medida, por la inmediata respuesta dada desde el País Vasco, sea por la sociedad civil y por las organizaciones de Iglesia.
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