Los padres carmelitas de Burgos rinden homenaje al obispo misionero, Mons. Gonzalo López Marañón. El acto de homenaje tendrá lugar el próximo viernes 11 de noviembre en el salón de actos del Carmen, en Paseo Empecinado, 1, de la capital burgalesa.
También se inaugurará una exposición bajo el título “Las sandalias del misionero”, que estará abierta al público hasta el día 17 de este mes de noviembre. Se podrá visitar de 18:00 a 20:00 horas. (ompress-Burgos)
Por otra parte, el padre Edgar Pinos rinde su particular homenaje al obispo en esta entrevista en la que podremos conocer algo más de su coherente trayectoria y su enorme calidad humana.
Mi experiencia con Monseñor Gonzalo López Marañón
Edgar Pinos Zavala, presbítero incardinado del Vicariato de San Miguel de Sucumbíos-Amazonia del ECUADOR, lleva ya 41 años en esta Iglesia en la que empezó como un seminarista en búsqueda de realizar los sueños de ser y vivir como un sacerdote sencillo, comunitario, inserto entre la gente, en una Iglesia comunidad que ha hecho su opción por los pobres según el espíritu de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña.
-¿Cómo conociste a Gonzalo?
Conocí a Mons. Gonzalo en la Asamblea de Misioneros/as de ese entonces Prefectura de Sucumbíos, en agosto de 1975, en Ballenita, en la costa ecuatoriana. En dicha asamblea se tomó la opción de ser una Iglesia de comunidades (CEBs), con el asesoramiento del Equipo del P. José Marins, de Brasil. Decisión que llevaría a un nuevo modo de ser Iglesia.
Actualmente estoy como párroco de la Zona Pastoral de Aguas Negras, en el Cantón Cuyabeno, compartiendo la vida y el trabajo pastoral con un equipo misionero ampliado formado por un diacono permanente campesino y varios ministerios laicales instituidos. También soy parte de algunas comisiones diocesanas como la de CEBs, Ministerios y Carismas; la de Formación y la de Coordinación del Plan Quinquenal de Pastoral.
Apuestas de Gonzalo para la diócesis
Gonzalo, como solíamos llamarle con confianza y cercanía, quería enamorarnos con un nuevo modo de ser Iglesia, a la luz de las intuiciones del Vaticano II y Medellín, las mismas que le tocaron muchísimo en la Reunión de Iquitos, organizada por el CELAM para las Misiones del Alto Amazonas, en el año 1971. Allí conoció a Gustavo Gutiérrez y a otros teólogos y pastoralistas latinoamericanos. Tanto fue así que considero ese momento como su “Bautismo” en estas tierras de la amazonia.
Quería desarrollar el protagonismo de los laicos/as en la iglesia, por eso trajo desde el inicio a varios misioneros seglares españoles. El mismo estuvo como responsable de los laicos/as por algunos años en la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
Quería incidir en el cambio de mentalidad de los agentes de pastoral religiosos/as y presbíteros para hacer posible un cambio en la Iglesia y lo hizo a través de un continuo análisis de la realidad de Sucumbíos y de un fuerte proceso de formación y espiritualidad. Como ejemplo: recuerdo que las asambleas anuales duraban 15 días: la mitad eran dedicados a la formación y la otra mitad a la Programación y Evaluación Pastoral. Dichas asambleas fueron marcando los hitos de una Iglesia en Camino, en la que vamos juntos/as caminando con los dos pies: la fe y la vida, hacia la utopía del Reino de Dios.
Quería una Iglesia comunidad a todo nivel, por eso promovió los Equipos Misioneros mixtos, donde vivían y trabajaban juntos presbíteros, religiosos/as y laicos/as. Había que partir del desafío de la vida comunitaria de los misioneros/as, insertos en la vida del pueblo, para impulsar coherentemente una pastoral centrada en las Comunidades Eclesiales de Base y su participación activa en la Iglesia Local.
Nos decía que el evangelio va unido íntimamente a la vida de las personas y los pueblos en sus condiciones concretas, económicas, sociales, políticas y culturales, de manera que evangelizar era también promoción humana y liberación integral. Los/as misioneros/as debían estar insertos en la vida del pueblo y sus organizaciones, haciendo suyos las necesidades, luchas, proyectos y aspiraciones. Como consecuencia de ello, hoy tenemos una provincia que reconoce con firmeza el legado espiritual y social de Mons. Gonzalo y de la Iglesia de Sucumbíos. Prueba de ello son las resoluciones en homenaje a Mons. Gonzalo de parte de la Asamblea Nacional (poniendo su nombre al puente sobre el rio Aguarico, unas obra emblemática de la provincia) y la del Concejo Municipal de Lago Agrio (dedicando a Mons. Gonzalo la avenida que va al Rio Aguarico y en el futuro un memorial en el centro histórico de la ciudad de Nueva Loja)
¿Cómo fue la salida de Gonzalo y por qué?
Su salida se dio luego de dos años de haber presentado la renuncia al cumplir la edad canónica de su jubilación (2008). Antes habíamos recibido la Visita Apostólica de Mons. Filippo Santoro, (2009) cuyo informe nunca pudimos conocer.
Apenas ocho días antes, Gonzalo recibió la carta del Cardenal Iván Dias, de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, en la que le pedía dejar Sucumbíos el día 30 de Octubre de 2010, inmediatamente después de la entrega del Vicariato en una reunión privada a los Heraldos del Evangelio, que tomarían el relevo con el mandato de cambiar toda la pastoral pues aquí “no siempre se había hecho lo que la Iglesia pide”.
El Pueblo de Dios no tuvo la oportunidad de reaccionar, pero el espíritu movió a un grupo de personas a escribir una carta preguntando por el significado de una salida tan antihumana y antievangélica de un pastor que había dado 40 años de vida a su Iglesia. Ante la negativa de escuchar el contenido de la carta por parte del Nuncio Mons. Guido Otonello, un grupo de mujeres negras impidió la salida de su vehículo hasta que se le diera lectura delante del mismo, pero no la escuchó y mantuvo los vidrios cerrados.
Esta intervención produjo lógicamente mucho sufrimiento, división y tentativas de acabar con la memoria y el camino pastoral llevado hasta entonces. Por eso, Gonzalo realizó un ayuno “para reconciliar y sanar heridas en Sucumbíos” durante 24 días el mes de junio, en el parque La Alameda de Quito.
¿Qué destacarías de su trayectoria?
Primeramente su persona muy humana, sencilla, cercana y acogedora, la de un amigo. Luego sus cualidades de pastor motivador y dialogante, respetuoso de las personas y comunidades o grupos, motivador de sueños y grandes ideales evangélicos.
Gonzalo no hizo nada más que sumergirse (bautizarse) en la corriente de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña al recibir corporativamente el Concilio Vaticano II, y que en Medellín (1968) hizo una opción decidida por los pobres y la justicia en un continente pobre y creyente, y por las comunidades eclesiales de base como el primer nivel de estructuración de la Iglesia desde la base. Sucumbíos mantuvo una relación estrecha con la Iglesia de Riobamba y Mons. Leonidas Proaño y otras Iglesias hermanas del continente. Por aquí pasaron muchos teólogos y pastoralistas de talla. Pero, la influencia decisiva fue la del P. Marins y su equipo en la fundamentación y puesta en marcha de las Comunidades Eclesiales de Base, columna vertebral dela Iglesia de Sucumbíos.
El modo como Gonzalo vivió su salida y exilio, como el “siervo sufriente de Yahvé”, y su decisión de ir a Angola como misionero, nos hablan finalmente de su profundidad espiritual y de su talante misionero a toda prueba y “hasta el final”
¿Qué podemos aprender de la vida, de las apuestas diocesanas de Gonzalo?
Que debemos ser abiertos a todos/as, y acogedores/as sin distinción de ninguna especie, especialmente a los pobres y sencillos, pues somos hermanos/as en Cristo, hijos/as de un mismo Padre. Que amemos mucho a los/as pobres y confiemos en ellos/as, para hacer una Iglesia de los pobres.
Que es importante que caminemos juntos/as en comunidad, cada uno con su riqueza, dentro de un mismo proyecto de pastoral de conjunto.
Que tengamos la valentía de denunciar y anunciar como profetas y profetisas en nombre del evangelio y sepamos enfrentar con firmeza las consecuencias que de allí nacen.
Que caminemos siempre “con los dos pies”: la fe y la vida, lo espiritual y la realidad, la esperanza y las luchas concretas de cada día, la gratuidad y la entrega generosa, hasta dar la propia vida por la causa del Reino.
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