A los 20 años del genocidio ruandés, las 800.000 víctimas de que hablan los medios oficiales, siguen siendo una gran mancha en la historia de la comunidad internacional.
Hasta el 6 de abril de 1994, Rwanda era un pequeño país de África Central del que no se había oído hablar en los Medios de comunicación europeos. Sin embargo, hace ahora 20 años, el atentado al avión presidencial en que viajaban los presidentes de Rwanda y Burundi desencadenó una sangrienta matanza contra la etnia tutsi que duró tres meses en un país que apenas superaba por aquel entonces los 8 millones de habitantes.
Esta historia, teñida de sangre y dolor, debería servir de lección para no caer en los errores del pasado y construir un Rwanda en paz. A día de hoy podemos decir que la reconciliación sigue siendo la asignatura pendiente. En la base de la población, el entendimiento y la convivencia se han ido normalizando y se han entremezclado las etnias en matrimonios mixtos. Sin embargo, la minoría que ha ocupado el poder ha manipulado el enfrentamiento entre las etnias hutu y tutsi. Las autoridades han lanzado una campaña de reconciliación muy sesgada puesto que en teoría no han querido marcar la diferencia entre las etnias, pero en la práctica desde el gobierno estas diferencias se han incrementado, frenando así la reconciliación hasta el punto en que han querido culpabilizar a todos los hutus como causantes del genocidio contra los tutsis.
Con motivo del vigésimo aniversario del genocidio contra los tutsis, es de justicia sacar a la luz las represalias que se tomaron posteriormente contra la población hutu de una manera indiscriminada. Dichas represalias han sido tapadas por los medios de comunicación. Mientras el gobierno en el poder no reconozca todos los daños causados a un lado y otro, no será posible la verdadera reconciliación.
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