Hace unos días, estuvimos en el aeropuerto de Loiu, recibiendo al misionero alavés, Juantxo Donés, en sus primeras vacaciones, después de tres años, en Cojimíes, Ecuador.
Allí estaban sus hermanos y el cuñado, nerviosos, ansiosos, inquietos, a la espera de ver salir, por las puertas de cristal del aeropuerto, al hermano que viene de lejos, con los comentarios propios del momento… «a que ha perdido el vuelo»… «no nos ha mandado ningún mensaje desde Madrid» … «seguro que sale el último»…
Finalmente, tras las puertas, aparece una figura conocida, es Juantxo que sale disparado hacia las maletas, ni nos ve. Y nosotros dando voces y saltos en vano, en esa pecera que llaman «mirador de llegadas». Cuando llega a la cinta 5 ya se relaja el misionero y nos brinda una mirada… Sonrisas y comentarios… «¡qué delgado está!».
Rápidamente, por una vez en la vida, sale la maleta y el misionero con ella. Bajamos corriendo y enseguida sale. Abrazos y emociones más o menos contenidas… Juantxo con un brazo, para abrazar y otro cogiendo la maleta… no lo piensa, es automático, viene de un país donde hay que vigilarlo constantemente todo, si no, hay riesgo de que «vuele». Y eso que a la maleta le falta una rueda.
Nos tomamos un café antes de seguir para Gasteiz, su hermana le ha preparado un bocadillo y se ha propuesto que, durante estos meses, coja unos kilitos a base de perolos de lentejas. Entre mordisco y mordisco, intenta instalar, en el móvil, una tarjeta sim «de aquí» que no termina de funcionar y nos actualiza los últimos acontecimientos de su parroquia en Cojimíes. Apuramos el café y nos ponemos en marcha hacia Vitoria.
Por el camino voy dándole vueltas a que escribimos mucho sobre la opción misionera, los misioneros y misioneras en la vanguardia, las renuncias que hacemos cuando estamos en la misión… pero muy poco escribimos sobre la familia que se queda aquí, esperando al hermano misionero. Imaginándolo en un entorno peligroso, violento, lleno de penurias (que muchas veces lo es). Ansiosos por tener noticias, contando los días para que venga, preparando su llegada, deseando, en parte, que no vuelva a la misión y se quede aquí donde le vamos a cuidar muy bien… pero respetando sus opciones… y sufriéndolas, en silencio, porque bastante tiene ya… ¡¡¡Qué importante es la familia que está detrás de cada misionero y de cada misionera!!!
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